12 enero 2013

Señorío


Yo de pequeño siempre quise ser periodista deportivo de los que siguen al Real Madrid y jornada tras jornada publican encendidos elogios a su entrenador y plantilla y a la historia del club por antonomasia y recuerdan su señorío y al domingo siguiente cargan contra lo que ellos mismos habían dicho una semana antes y avisan de que ya lo habían advertido y se ganan la vida analizando la última mueca de sus millonarios astros y del entrenador de turno y recuerdan con frases cargadas de tópicos que almacenan en una carpeta del portátil todo lo sucedido en determinados campos y hacen lo que sea con tal de su nombre sea conocido por la ingente masa de seguidores que todo club señorial tiene de mar a mar. Lástima que en mi época no había estos programas deportivos de ahora y como mucho en el único telediario que se emitía salían 30 segundos de noticia y solían hablar de lo que pasaba en el campo y punto. Si llega a haber lo que hay ahora, les digo a mis padres nada más acabar la carrera que me hago un hatillo con la ropa, me piro a Madrid, a mitad de camino me hago una lobotomía y fijo que triunfo. Menuda boca tengo yo cuando me pongo. Es una pena. Los insignificantes periodistas de provincias, ni orgullosos ni heridos por nuestra insignificancia y provincianismo, nos divertimos cuando nos visitan equipos como el de hoy, o el propio Barcelona, ya que, con las lógicas excepciones, todo se carga de un barniz a visto, oído y leído que su mera contemplación te alegra el día. Y si tu pequeño y aguerrido y correoso y miserable equipo gana, es la guinda del pastel. Y ya si por un casual la vida te cruza con alguno de esos tan señoriales dirigentes, ni te cuento. Pero esto ya si alguna vez escribimos unas Memorias. Tiempo hay. De momento ganemos en señorío. Difícil no está.