10 enero 2013

Llueve


Tenía razón ayer F.L. Chivite al incluirme en la secta dylaniana. No sabrá Chivite que en Calle Desolación canta Dylan todo el mundo está haciendo el amor o esperando a que llueva y que la web que une a miles de dylanitas se llama Esperando a que llueva, sufragada con aportaciones desinteresadas. Allí vi ayer un enlace en el que, en la entrega del Balón de Oro a la mejor entrenadora, Pia Sundhage se lo dedicaba a dos compañeras cantando una estrofa del If not for you, de Dylan: si no fuera por ti, no podría encontrar la puerta, no podría ver el suelo, estaría triste y abatida, si no fuera por ti. Sundhage sabía que su éxito es de muchos y, para recalcarlo, echó mano de su Dios. Yo ayer cambié de Dios, un rato. Como no sé rezar, me pongo canciones. Para sentir algo y, quién sabe, para que eso llegue a alguna parte. Es una locura, pero no molesta a nadie. Porque, muy lejos de aquí y de sus centenares de amigos y amigas, aunque acompañado por varios gigantes de la vida y, especialmente, de las dos personas que lo trajeron al mundo y que el domingo salieron de este pueblo y cruzaron el inmenso charco para estar con él, un tipo excepcional y despistado peleaba con la muerte. Uno de esos amigos, con el que creó una idea para ayudar a niños explotados, hacía aquí de antena y de todo, mientras el resto, a nuestra manera, rezábamos y yo escuchaba el Aguanta, de Tom Waits. Luego, casi a la vez, todos leímos el mensaje de ese gran amigo, titulado Despierta, respira y habla. Y fue un momento maravilloso, mágico, porque el kiliki es puro oro y porque eso leído es música y magia y la vida mucho más cuando hay gente así, desinteresada, loca, y que sabe que lo único importante es respirar y hablar, por mucho que llueva y encima haya que esperar y aguantar. La lluvia es fantástica.