26 noviembre 2011

Ninguna



Dicen que hay instantes que encapsulan el tiempo, que cobijan en su interior la capacidad de sentir que el ser humano es un buen invento. Cada cual tenemos unos cuantos, tanto personales como colectivos, sean de la clase que sean, de la clase que sean. Ninguno somos nadie para minusvalorar o dar más valor a los momentos que permiten a los demás mirar más allá de nuestros ojos, más allá del horizonte, más lejos de todo lo existente. No hace falta ser sensible, ni nada especial, ni escribirlo, ni compartirlo, para sentirlo, ni el que lo comparte es por ello mejor o más. Pero a los periodistas, por genética, nos gusta, o nos debería gustar, compartir, ya sea ideas, informaciones, trucos, estilos, notas, guiños, depresiones, esperanzas. El martes murió la madre de un amigo, un tipo que vive en un pueblo precioso, que tiene una casa de pueblo preciosa levantada euro a euro, con un desván a dos aguas desde el que se puede ver el horizonte cristalino y al futuro saludándose con el pasado. El lunes por la noche, Bob Dylan y Mark Knopfler, a los que he dedicado con felicidad supina el 50% de las escuchas musicales de mis últimos 25 años, cantaron a dúo por vez primera en la historia sobre un escenario. Fue en Londres. Se relevaban en las estrofas que Dylan escribió para su hijo, pero que son para todos. Entonces, Knopfler, mientras cantaba que tu corazón siempre esté alegre y que tu canción siempre sea cantada, señaló en apenas un gesto a Dylan: el estadio se rompió en grietas y el público se dio cuenta ahí mismo de que aquella era la más pura de las magias eternas y el tiempo se paró y la vida fue hermosa, muy hermosa. Mi amigo dice que su madre estaba escuchando esa misma versión mientras se despedía de la vida y que su madre será por siempre joven. No tengo ninguna duda, Txema.

Por siempre joven

Que Dios te bendiga y te proteja siempre
que tus deseos se hagan todos realidad
que hagas siempre por otros
y otros hagan por ti
que construyas tu escalera a las estrellas
y subas cada peldaño
que permanezcas por siempre joven,
por siempre joven, por siempre joven,
que permanezcas por siempre joven.

Que crezcas para ser virtuosa,
que crezcas para ser auténtica
que siempre conozcas la verdad
y veas las luces que te rodean.
Que seas siempre valiente
seas firme y fuerte,
que permanezcas por siempre joven,
por siempre joven, por siempre joven,
que permanezcas por siempre joven.

Que tus manos siempre estén ocupadas
que tus pies siempre sean veloces
y que tengas una fuerte base
para cuando el viento cambie de golpe
que tu corazón siempre esté alegre
que tu canción sea siempre cantada
que permanezcas por siempre joven,
por siempre joven, por siempre joven,
que permanezcas por siempre joven.




6 Comments:

Blogger P said...

Gracias.

12:07 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Magistral.

10:36 a. m.  
Anonymous Franziskano said...

¿Y cuánta gente dices que podemos vivir aquí? ¿Ya cabremos todos? Bah, igual... Acojonante, compadre. Todo. Desde la primera palabra de la columna hasta la última. Desde la primera nota del Forever hasta la última. Y cada aplauso. Y cada mirada. Y cada gesto. Historia con patas, ahí, delante nuestra. En un libro que hay por casa dice un tal Carles Gámez que "Knopfler y Dylan estaban condenados a encontrarse". Somos afortunados. Bueno, dice más cosas (como que "Knopfler nunca ha ocultado su admiración por el maestro americano, una admiración que va desde la técnica vocal a la influencia literaria", pa que luego digan...), pero no voy a copiarlas todas, que me canso. Besos.

PD: La próxima ni París ni hostias, a Londres.

1:13 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Artículo superbonito. Excelente. Apabullante en su belleza serena. Intimista. Un clásico contemporáneo. Sin palabras me quedo...

6:54 p. m.  
Blogger pirurzun@terra.es said...

Maravilloso, Jorge. Abrazos Txema.

11:14 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Nunca había escuchado esta canción sabiendo qué decía y desde que lo he hecho no hago otra cosa. Tu texto es demasiado bueno. Gracias.

9:23 a. m.  

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