25 enero 2013

Ego


A ver si nos aclaramos: un político es una persona que vete a saber por qué se mete en eso. Un político, en principio, maneja ideas, dinero y personas. De esas tres cosas, solo son suyas –aunque casi nunca es así- las ideas. Sé que a las y los economistas y la gente que viene de la empresa le pones delante una tabla de Excel y consiguen que la cosa al final no dé un número rojo y tienen unas erecciones fantásticas, pero en general debería ser obligado que las personas fueran por delante del dinero. Pero es cierto que cuando hay menos dinero, tanto personas como ideas deben amoldarse a eso, hasta cierto punto. Vale. Lo que no puede ser, lo que es un fracaso de los de que cualquier ser humano normal con un ego normal que si deja eso no se cae muerto de hambre coge la maleta y se larga es que tengas 19 de 50 parlamentarios, tengas menos dinero y eso te cambie una idea que sabes que es buena, tengas que inventarte otra que sabes que es peor y más injusta que la anterior que se aplicaba y seas por completo incapaz, pero por completo, de ponerte de acuerdo con los dos grupos de personas con los que sí o sí te tienes que poner de acuerdo: otros partidos políticos y las personas que van a aplicar o sufrir tu idea. Marta Vera, Sanz Barea y Barcina han sido del todo incapaces de hacer ver a los otros partidos políticos y a todos –todos- los profesionales de la medicina la necesidad de poner en marcha su reforma sanitaria. Incapaces de, dialogando o no, convencer a las personas. Eso siempre es culpa de quien pone una nueva idea sobre la mesa. Siempre. Porque si la idea es buena y justa y lo que demanda la situación, tanta gente y tan diversa no se puede equivocar. Insistir en eso no es como dice Muniáin porque se cree “un vacío legal”. Es puro ego y no saber aceptar una derrota.