Una madre
El Ayuntamiento no es una madre y ya se sabe que madre que no hay más que una y pelma –no es nada personal, mamá, una licencia-. Una madre, cuando el niño hace la comunión, dosifica, lo que un amigo llamaba “regular”, que en su caso no era otra cosa que de vez en cuando meter alguna cerveza entre los vodkas y en el de las madres no es sino esconderle para más adelante algunos regalos al niño para que directamente no empiece a fibrilar y acabe pensando que la vida es reventar paquetes y lazos, decir muy bonito y abalanzarse sobre el siguiente como si fuera Charles Manson. De ahí que las madres serán muy pelmas, pero de niños saben un rato. No así el Ayuntamiento, que nos ha puesto para San Fermín “un acto cada 20 minutos”. Poco margen de recuperación me parece ése Yolandamari, poco, para tanto acto, aunque bueno, insaciables hay en todas partes. Sin embargo, los regalos que menos me gusta que nos regalen con, recordemos, el dinero que nos han cogido de la hucha –y que cualquier madre sensata guardaría para octubre, febrero o mayo, cuando el niño está mustio y harto de pegarle patadas a una lata- son los conciertos, ésos que este año nos traen entre otros a leyendas como Celtas Cortos, Rebeldes, la Guardia o los Blues Brothers, evidentemente sin John Belushi –por razones obvias- Dan Aykroyd, Steve Cropper o Donald Duck Dunn. Y luego el Sopor de Morfeo y alguno más. Pero bueno, que tampoco es una cuestión de gustos sino de oportunidad, que si traen a Dylan, a Young, a Van The Man, a Ravi Shankar o a John Mayall –hay mil nombres, pero ninguno viene- también es como si te regalan un par de skis en pleno junio. Otra cosa es que se quiera asombrar a los parientes que vienen de fuera, para que se vea que somos pudientes. Y en marzo, nosotros con el yo-yo.
El Ayuntamiento no es una madre y ya se sabe que madre que no hay más que una y pelma –no es nada personal, mamá, una licencia-. Una madre, cuando el niño hace la comunión, dosifica, lo que un amigo llamaba “regular”, que en su caso no era otra cosa que de vez en cuando meter alguna cerveza entre los vodkas y en el de las madres no es sino esconderle para más adelante algunos regalos al niño para que directamente no empiece a fibrilar y acabe pensando que la vida es reventar paquetes y lazos, decir muy bonito y abalanzarse sobre el siguiente como si fuera Charles Manson. De ahí que las madres serán muy pelmas, pero de niños saben un rato. No así el Ayuntamiento, que nos ha puesto para San Fermín “un acto cada 20 minutos”. Poco margen de recuperación me parece ése Yolandamari, poco, para tanto acto, aunque bueno, insaciables hay en todas partes. Sin embargo, los regalos que menos me gusta que nos regalen con, recordemos, el dinero que nos han cogido de la hucha –y que cualquier madre sensata guardaría para octubre, febrero o mayo, cuando el niño está mustio y harto de pegarle patadas a una lata- son los conciertos, ésos que este año nos traen entre otros a leyendas como Celtas Cortos, Rebeldes, la Guardia o los Blues Brothers, evidentemente sin John Belushi –por razones obvias- Dan Aykroyd, Steve Cropper o Donald Duck Dunn. Y luego el Sopor de Morfeo y alguno más. Pero bueno, que tampoco es una cuestión de gustos sino de oportunidad, que si traen a Dylan, a Young, a Van The Man, a Ravi Shankar o a John Mayall –hay mil nombres, pero ninguno viene- también es como si te regalan un par de skis en pleno junio. Otra cosa es que se quiera asombrar a los parientes que vienen de fuera, para que se vea que somos pudientes. Y en marzo, nosotros con el yo-yo.
1 Comments:
¿Cómo que no viene Roberto Dylan a San Fermín? Lo que pasa es que el acto lo hemos programado en la playa de la Concha para estar mas fresquitos. Y gratis y toó.
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