Pues el mendas aprovechó el apagón del jueves entre las 19.55 y las 20.00 horas para encender todas las luces que encontró a mano, enchufar todos los aparatos, subir la calefacción a 28 grados y pena que no tengo coche que, si no, me hubiera dao unas vueltas por el pasillo con el tubarro de escape apestando. Total, ¿no han dicho los científicos que esto es irreversible, qué más da? Total, como los del ayuntamiento de mi pueblo, que apagaron la fachada esos cinco minutos y a la mañana siguiente, con una luz que para sí quisieran en Almería, tenían encendidas las farolas de las dos calles al lado de mi trabajo. O las pasadas Navidades, sin ir más lejos, que llenaron la ciudad de luces por todas partes. O su empeño por seguir construyendo aparcamientos en lugar de ampliar el transporte público o, directamente, en lugar de empezar a prohibir o a restringir el uso del coche en la ciudad. Pero hay que reconocer que lo de la fachada quedó monísimo, muy chic y muy enrollao. Acojo y nante, en un país que es, de lejos, el que más incumple Kyoto y más se pasa por la entrepierna todas las recomendaciones. Ya hay ciudades europeas que empiezan a tratar a los conductores como lo que en muchas ocasiones son o se convierten, en una molestia permanente para el resto de ciudadanos, acaparadores de un gran volumen de la superficie, emisores de gran parte de los ruidos y de muchas de las emisiones de gases de efecto invernadero. En España, por el contrario, nadie mueve el dedo no vaya a ser que se lo corten y no se pueda hurgar la nariz, mientras lamenta la mala Tierra que les vamos a dejar a nuestros hijos y lo mal que lo van a pasar en las costas y la chicharra que vamos a pasar este verano. Luego nos vendrán con eso de que ya hacen mucho promocionando el reciclaje.
04 febrero 2007
Apagón
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