31 enero 2007

Paté

Lo malo de las patrias pequeñas, de las patrias cada 50 o 60 kilómetros, es que salen carísimas, casi más que una lata de medio kilo de paté del bueno si en casa sólo vivís dos y tampoco es plan comer, merendar y cenar paté, que al final se te canuce el paté y 15 euros a la mierda. Las patrias, esos inventos, salen aún más caras, porque empiezan de a poco, así tímidas, y acaban tejiendo una red de presidentes, consejeros, directores, parlamentarios, asesores, gerentes, empresas públicas, policías, técnicos y productos derivados que al final se les llena la nevera de latas de paté del bueno a medio terminar. Por eso nosotros en casa compramos de esas de Mina bien pequeñas, que son bien buenas, multitud de baratas y además en sentada y media rebañas hasta la tapa. La patria, en cambio, ¡ayyy la patria!, acaba de decidir que todos aquellos que hayan ostentado en el gobierno algún alto cargo –o alta carga, que de todo hay- a partir de 1983 y hayan vuelto o vuelvan a su puesto de funcionarios van a cobrar un 25% más. Son, por cierto, los mismos que luego hablan de flexibilidad, pero que finalmente se pegan 45 años entrando y saliendo por la misma puerta, todo porque aprobaron una vez un examen. Que a mi algunos funcionarios me parecen grandes profesionales y todo eso, pero esto es una juerga, que mientras a mucha gente no le llega la camisa al cuello a los nuestros les ponemos un 25% extra haciendo de zanahoria para que acepten determinados cargos o, sencillamente, para hacer la red aún más espesa, más fuerte y más nuestra vía pago generoso. Impaciente estoy por comprobar qué dirán de esto el resto de aspirantes a domina patrias que tenemos por aquí, aunque mucho me da que el paté bueno les gusta a todos. Y además estos se lo comen rapidísimo.