25 marzo 2007

Amigo número
Yo madrugo, no por gusto. Es que por la persiana del velux nos entra una rendija de luz y enseguida abro el ojo. Y en cuanto abro el ojo ya me puedo dar por jodido, no como mi tío Roberto, que se tumba a echar la siesta con la tele enchufada y mientras ronca es capaz de decirte que no cambies de canal, que está escuchando, cuando es científicamente imposible que escuche nada, porque está dormido. Pero habla. Así es el tío Roberto, un fuera de catálogo. Hoy he madrugado de nuevo y mientras iba a tomarme un café al primer abrevadero que encontrara he tenido un encuentro. Y no me entiendan mal. Era un número –se les distingue porque tienen una tipografía especial, como la que marcaba los tiempos de los atletas en Moscú’80-. Al principio me ha parecido un poco extraño ver a un número por la calle a esas horas, pero rápidamente me he dado cuenta de que estaba perdido. Y como a mi la primera hora –sólo la primera- de las mañanas me pilla con las defensas muy bajas y todo me afecta mucho pues le he invitado a desayunar. Me ha contado que llevaba toda su vida esperando para hacer historia, que es para lo que su familia le ha educado desde que se inventaron los números, pero que a última hora no le han dejado participar y que ahora no sabe dónde ir ni qué hacer, porque la jubilación sólo se la dan a los números que sí que han sido reales. Y que llevaba toda la noche deambulando, a ver si encontraba algún albergue. ¿Y qué número eres? Y ha dicho, cabizbajo: Soy las 02:00:01 horas del 25-3-2007. Luego ha entrado en el bar el 03:00:01 horas del 25-3-2007 y le ha echado una mirada de superioridad a mi amigo que no me ha quedado más remedio que soltarle una ostia. Ahora tengo a mi amigo puesto en el reloj de la cocina y es un gusto ver cómo le brilla la mirada.