La Panto
La Pantoja ha estado detenida. Bueno, ya ha entrado en el Olimpo del rock, aunque la Pantoja de estrella del rock tenga poco, más bien de esterilla. No obstante, ella ya ha entrado, junto con Keith Richards, Chuck Berry, Jerry Lee Lewis, Merle Haggard, Phil Spector, James Brown y Joselito, entre otros, por este ordenn atural, al menos en el último de la fila. Pues bien, la Panto ya podrá contar a sus nietos que tiene una ficha policial y que también ha sentido el olor de los barrotes. Increíble, porque la mayoría de los mitos que fueron detenidos lo fueron precisamente por sus excesos, mientras que la Panto lo ha sido por sus carencias, monetarias, se supone. Los mitos del rock daban un concierto, se les subía la adrenalina hasta límites insanos y luego llegaban al hotel y para mantener aquel listón o le daban fuego a la habitación o se esnifaban medio felpudo y de ahí que llegara la pasma y les metiera un paquete. La Panto, en cambio, lo que ha echado en falta ha sido la liquidez o, si no, se ha juntado con uno que hacía de su capa un sayo y de su bigote una mopa recoge-pasta y a Isabel le ha podido la metástasis. Es lo que tiene el amor, que es ciego, y te pones a cobrar cheques como una loca y al final casi das los conciertos en el patio de Yeserías, si Yeserías aún existe. Eso sí, que nadie vea aquí una mofa a la Panto ni a su música, porque gustos los hay para todos los ídems y no seré yo quien los critique, aunque personalmente la hubiera metido en la cárcel hace mucho, por su tipo de música, pero eso ya es fascismo. No obstante, he de confesar que a mi la historia de esta mujer más que hilaridad lo que me produce es una enorme compasión, porque a veces uno se choca una vez y a partir de ahí todo lo que viene es una enorme bola de nieve, negra y triste.
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