01 marzo 2008

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Tengo muy claro mi voto. Votaré, sin reparo alguno, a Rodolfo Chikilicuatre. Es una pena que no se presente también a las elecciones, pero habrá que conformarse con que gane la gala del próximo sábado y sea el representante español en el Festival de Eurovisión, ése congreso de la caspa europea con el que nos martirizan desde hace ya 52 años. Como con todo, Rodolfo tiene defensores y detractores. Éstos últimos le acusan de ser una mera invención de Buenafuente y su programa para reírse de los artistas serios que realmente ven en Eurovisión el salto a la fama y, en general, de toda la tontería que existe alrededor de este concurso. Quizá sea verdad, pero entonces que no dejen votar al público como han hecho este año, porque hay mucho público que es muy cabrón y como detesta Eurovisión y todo lo que representa ha colado al bueno de Rodolfo en la gran final y vete a saber si no lo corona como vencedor y España acude a Belgrado con una canción excelente de lo mala que es. Es peligroso, divertido y sano eso de que el público opine. Por eso me parece mal que el cartel de San Fermín lo vayan a elegir los ciudadanos de entre 5 que previamente escoja un jurado. Eso no está bien. O nos dejan elegir o no nos dejan, pero a medias es una chapuza. Esto es, o hay jurado o no lo hay. O hay jurado popular o no lo hay, pero no este sucedáneo de cara a la galería. Digo más, no me parece bien que el cartel lo elijan los ciudadanos. Me parecería bien si también pudiésemos elegir cosas mucho más importantes que un simple cartel, como, yo qué sé, dónde van las barracas, qué calles se peatonalizan, si queremos o no zona azul en toda la ciudad o qué hacer con la manzana de Autobuses. Eso, no se preocupen, no lo darán a elegir. Pan, fútbol, toros y, ahora, Eurovisión y el cartel.