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Nieva. Las palomas de la casa contigua se guarecen debajo del alero y no hacen broaaa-broaaa –“En mi pueblo hacía tanto frío que no había delincuencia. La gente se quedaba en casa”, Bob Dylan-. Enciendo un cigarro, abro la ventana y miro. No sé cuánto durará, ni cuánto tardaré en volver a ver nevar, así que contemplo caer los copos con la misma emoción o más que la primera vez. Me encanta. Si quisiera vivir siempre a 20 grados como en una oficina viviría en Tenerife. Pero no me gustan las oficinas. Vivo aquí y me gusta, aunque sólo sea porque me he acostumbrado a ello. Supongo que eso tiene un nombre: pereza, sedentarismo, confort. No doy con el nombre, pero sí con la idea. Me despido de un amigo. Se va como para unos tres meses. Lleva haciéndolo –despedirse, regresar- casi 20 años. Va a un sitio de nieves perpetuas, vientos imposibles y alturas de más de 8.000 metros. Le gusta, es su vida. Deja sofá, calefacción, perro, familia, amigos y seguridad. Se encuentra con frío, inestabilidad, riesgo, ilusión y deseos. En la habitación de un hospital, una persona que ni se despide ni regresa pelea por eso que llamamos vida y que en muchos casos está oculta bajo ropas andrajosas que se conocen como trabajo, imagen, responsabilidades, críticas, halagos, ego, decepciones, satisfacciones. Pienso en los dardos verbales que he dedicado a su desempeño profesional y no puedo dejar de tener una sensación de inutilidad, aunque trato de creer que la crítica pública y los mejores deseos personales no son expresiones incompatibles. No lo sé, espero que así sea, aunque muchísimo más importante que mis sensaciones y que las de cualquiera es que él y todos cuantos estén en parecida situación ganen la verdadera y única batalla. La de, regresando o quedándose, volver a ver nevar.
Nieva. Las palomas de la casa contigua se guarecen debajo del alero y no hacen broaaa-broaaa –“En mi pueblo hacía tanto frío que no había delincuencia. La gente se quedaba en casa”, Bob Dylan-. Enciendo un cigarro, abro la ventana y miro. No sé cuánto durará, ni cuánto tardaré en volver a ver nevar, así que contemplo caer los copos con la misma emoción o más que la primera vez. Me encanta. Si quisiera vivir siempre a 20 grados como en una oficina viviría en Tenerife. Pero no me gustan las oficinas. Vivo aquí y me gusta, aunque sólo sea porque me he acostumbrado a ello. Supongo que eso tiene un nombre: pereza, sedentarismo, confort. No doy con el nombre, pero sí con la idea. Me despido de un amigo. Se va como para unos tres meses. Lleva haciéndolo –despedirse, regresar- casi 20 años. Va a un sitio de nieves perpetuas, vientos imposibles y alturas de más de 8.000 metros. Le gusta, es su vida. Deja sofá, calefacción, perro, familia, amigos y seguridad. Se encuentra con frío, inestabilidad, riesgo, ilusión y deseos. En la habitación de un hospital, una persona que ni se despide ni regresa pelea por eso que llamamos vida y que en muchos casos está oculta bajo ropas andrajosas que se conocen como trabajo, imagen, responsabilidades, críticas, halagos, ego, decepciones, satisfacciones. Pienso en los dardos verbales que he dedicado a su desempeño profesional y no puedo dejar de tener una sensación de inutilidad, aunque trato de creer que la crítica pública y los mejores deseos personales no son expresiones incompatibles. No lo sé, espero que así sea, aunque muchísimo más importante que mis sensaciones y que las de cualquiera es que él y todos cuantos estén en parecida situación ganen la verdadera y única batalla. La de, regresando o quedándose, volver a ver nevar.
4 Comments:
Bien, Nagore.
Con clase y elegancia
¡Cómo en este juego de espejos, o ecos, o resonancias, me emociona tu artículo!
Te diré que no sabía que El Maestro te había dedicado una canción.
Mensajero Peligroso (?).
Leerte cada mañana me deja una sonrisilla tonta -sin chupar pstilllitas verdes- que a los compas les parece que desayuno con patxarán (dos veces).
Gracias.
a.
HOLA txis , he caído por aquí y, ya ves, me ha envuelto la melancolía, que creo que es la palabra que define como echo de menos ver nevar desde mi ventana, o llover , o salir el sol. Y por qué será ? Porque estoy a 500 km de allí , de todos vosotros, de mi familia ,de la gente que quiero de verdad con la impotencia de no poder estar, ni saber si quiero estar.Un lío verdad? y en medio de todo q este periódico que te da de comer publique que una jueza entiende que mi pretendida satisfacción moral se produjo el 29 del 9 de 2006 con la bonita foto del mentiroso Miranda y compañía. En fin ,que a veces entran ganas de que venga un tornado y salir volando como Dorothy , y descubrir que este mundo tan loco y tan del revés no es el de verdad. TE KIERO .EL BICHO
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