En el clavo
Vaya la que se ha liado con Javier Bardem y eso de llamar “estúpidos” a los españoles, frase que posteriormente rectificó, acotando el insulto a unos cuantos. Pues qué quieren que les diga, que tiene razón el bueno de Bardem, yo también lo creo. Y es que, al margen de que me pueda caer mejor o peor el personaje y su señora madre de él y esa obsesión que tienen algunos actores y actrices por contarnos sus ideas políticas cada dos por tres, estúpidas y estúpidos hay por todas partes. Sin ir muy lejos, precisamente el otro día una que aparece en televisión en uno de esos programas de por las tardes que de malos que son dan ganas de tirarse a la vía, decía ni más ni menos que Antonio Banderas sí que es un señor, que siempre que puede habla bien de España y de los españoles y que, además –y aquí llega el momentazo-, Banderas es mucho mejor actor que Bardem. Hueca se quedó. Al parecer este paradigma de la objetividad se quedó en Átame, que es la última película en la que Banderas estaba a la altura de su, a qué negarlo, indudable talento. Desde entonces, ya en Estados Unidos, el malagueño no ha hecho ni un solo papel que se acerque a ese ni por asomo ni tampoco a los que había realizado antes. Hacer un repaso de los papelazos que ha hecho Bardem desde hace ya más de una década la verdad es que es redundante. Y es que es una costumbre muy española ésta de, para dar borra a unos, compararlos con otros, en este caso un Banderas que como viene aquí de ciento a viento tiene la suerte de no coincidir mucho con estos periodistillas del corazón que saltan a degüello a la mínima y eso no es nada si además los atacados son ellos, como pasó en el caso de Telma Ortiz, que se sublevaron todos que fue un primor. Pues que eso, que esta vez Bardem estuvo certero.
Vaya la que se ha liado con Javier Bardem y eso de llamar “estúpidos” a los españoles, frase que posteriormente rectificó, acotando el insulto a unos cuantos. Pues qué quieren que les diga, que tiene razón el bueno de Bardem, yo también lo creo. Y es que, al margen de que me pueda caer mejor o peor el personaje y su señora madre de él y esa obsesión que tienen algunos actores y actrices por contarnos sus ideas políticas cada dos por tres, estúpidas y estúpidos hay por todas partes. Sin ir muy lejos, precisamente el otro día una que aparece en televisión en uno de esos programas de por las tardes que de malos que son dan ganas de tirarse a la vía, decía ni más ni menos que Antonio Banderas sí que es un señor, que siempre que puede habla bien de España y de los españoles y que, además –y aquí llega el momentazo-, Banderas es mucho mejor actor que Bardem. Hueca se quedó. Al parecer este paradigma de la objetividad se quedó en Átame, que es la última película en la que Banderas estaba a la altura de su, a qué negarlo, indudable talento. Desde entonces, ya en Estados Unidos, el malagueño no ha hecho ni un solo papel que se acerque a ese ni por asomo ni tampoco a los que había realizado antes. Hacer un repaso de los papelazos que ha hecho Bardem desde hace ya más de una década la verdad es que es redundante. Y es que es una costumbre muy española ésta de, para dar borra a unos, compararlos con otros, en este caso un Banderas que como viene aquí de ciento a viento tiene la suerte de no coincidir mucho con estos periodistillas del corazón que saltan a degüello a la mínima y eso no es nada si además los atacados son ellos, como pasó en el caso de Telma Ortiz, que se sublevaron todos que fue un primor. Pues que eso, que esta vez Bardem estuvo certero.
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