28 febrero 2010

Woods

Wilt Chamberlain, el único hombre que ha anotado 100 puntos en un partido de la NBA, aseguraba que se había acostado con “unas 20.000 mujeres”. Eso sí que era una ciclogénesis explosiva. Pero como Wilt nunca pasó por altar, ayuntamiento o cripta alguna esa afirmación siempre fue mirada con una mezcla de respeto, admiración, envidia y también un poco de “tío no seas tan fantasma. O al menos plastifícatela”. En los Estados Unidos, Chamberlain fue un ídolo, uno de los primeros ídolos negros para los negros y también para los blancos, aunque estos, como es habitual, no dejaban pasar la ocasión de decir que “estos negros sirven para eso: meter canastas y follar como conejos”. Gatorade le quitó ayer el patrocinio a Tiger Woods, el primer negro en un deporte de blancos, como lo fue Arthur Ashe en el tenis. Con la diferencia de que Ashe fue un gran tenista pero no un número uno y Woods es el mejor golfista de la historia y apenas un golfo de entre cientos de millones. Pero está casado. Y, ya se sabe, el mundo siempre ha mirado mal a los solteros y a las solteras, gente rara y extraña que seguro que tiene alguna tara de alguna clase, pobres diablos entristecidos que malgastan sus días en aburrimientos varios mientras las familias –unas 1.500 a la vez- nos lo pasamos bomba en el Txiki-Park. Entonces, cuando uno que no es soltero y presume de las bondades del matrimonio intenta seguir como si fuese soltero es lógico que caigan sobre sus hombros las iras del mundo de los solteros y de los patrocinadores, dirigidos todos por solteros y solteras: tú chaval sigue gozando en el centro comercial, que nosotros nos vamos a encender un puro para soportar esta vida infame. Pero Woods volverá a su reinado y los solteros volverán a sus madrigueras tristes y monótonas, sin Txiki-Park.