23 noviembre 2005


Por fin

“Haz la estatua cabrón, haz la estatua”, le gritaba al borde del colapso mi primo Miguel a Zubizarreta cuando el yugoslavo Stojkovic le metió a España el segundo gol en el Mundial del 90. Hacía buenas estatuas el Zubi, eso es cierto. No tanto como las que supongo que hace Faustino Aizkorbe, pero, en su género, Zubi era un adelantado. Como nuestro Concejal de Cultura, que ha dicho que, ya que “la ciudad no está especialmente bien dotada de esculturas”, pues nos van a endilgar una de Aizkorbe de siete metros de San Francisco Javier en el Parque de Tamagochi por 18 millones de las añoradas pesetas, a dos kilos y medio el metro. Este concejal de los monolitos debe de estar ciego, con lo bonita que es la escultura de Carlos III en plena Plaza del Castillo. Yo es de lo más bonito que he visto, en serio. Cuando vuelvo de mambo, me paro, la beso y le digo: “Qué fea eres, jodía, pero tienes algo”. Una demolición. Para mí que los concejales de cultura tienen una enfermiza obsesión por lo de las esculturas, más por unas que por otras, que les pone el pensar que, dentro de 20 años, pasearán por allá con el nieto y le dirán: “Cuando yo era concejal, levantamos esa estatua”. “Abuelo, ¿me llevas a los culumpios?”. “No hay, los quitamos, está la estatua de San Cucufato”. “Los cojon.. te ato, si no me los devuelves no te los desato”. El concejal ha ido más allá, ha dicho que “a San Francisco Javier le faltan reconocimientos a pie de calle: es una deuda que los pamploneses tenemos con nuestro patrono”. Mentira. Yo, bar que entro, bar en el que no se habla de otra cosa: “Ya era hora. Era una vergüenza que esta ciudad no se acordara de los que realmente nos han transportado a la felicidad más absoluta”. “¿Qué, que por fin le van a hacer una estatua a Aloisi?”.