Un placer
Todos los años, desde hace muchos, muchos años, la primera canción que pongo en casa cuando me visto para salir en Nochevieja es Boots of Spanish Leather. Es una canción colosal, que tal vez esté entre las 50 mejores de Bob Dylan. En un momento dado –parezco Cruyff- dice: No, no hay nada que puedas enviarme, no hay nada que desee poseer. Sólo quiero que regreses a mí, intacto, desde el otro lado de ese océano solitario. Entonces lloro un rato por otro año ganado y me voy con mis amigos. El próximo día 11 estaré en La Zurriola viendo a Dylan, a ver si me hace llorar, que lo hará, porque el milagro de coincidir en tiempo y en espacio con otro milagro es algo que no sé contener ni explicar. Y por más cosas. Estaría también si el concierto fuera por la salvación de las ballenas, el economato ruso o el capitalismo estadounidense, que a fin de cuentas es como el nuestro pero a lo basto y vasto. Sí, estaría. Pero como el concierto es gratis, el día 7 renegaré de mi condición de pamplonica y no estaré en San Fermín y me iré a Villalba a pagar y a verle cuanto más de cerca mejor y con cuanta más gente callada alrededor mejor. Así es, adictivo, porque lo único que se me ocurre decir sobre Dylan es que es como la nicotina: si aguantas las primeras toses, es imposible alejarse. Por eso a Dylan le llamo –yo y muchos más- El Maestro, porque como él dice sobre Woody Guthrie: “Sus canciones no te enseñan a vivir, pero sí a cómo no vivir”. Yo no puedo aspirar a tanto, así que sólo espero que todos estos artículos –cerca de 200 en Navarra y los domingos en Gipuzkoa- al menos les hayan entretenido o sacado media sonrisa. Con eso me doy por más que satisfecho. Así que tengan cuidado del viento occidental y del tiempo tormentoso. Ha sido un placer y un privilegio. Salud.
Todos los años, desde hace muchos, muchos años, la primera canción que pongo en casa cuando me visto para salir en Nochevieja es Boots of Spanish Leather. Es una canción colosal, que tal vez esté entre las 50 mejores de Bob Dylan. En un momento dado –parezco Cruyff- dice: No, no hay nada que puedas enviarme, no hay nada que desee poseer. Sólo quiero que regreses a mí, intacto, desde el otro lado de ese océano solitario. Entonces lloro un rato por otro año ganado y me voy con mis amigos. El próximo día 11 estaré en La Zurriola viendo a Dylan, a ver si me hace llorar, que lo hará, porque el milagro de coincidir en tiempo y en espacio con otro milagro es algo que no sé contener ni explicar. Y por más cosas. Estaría también si el concierto fuera por la salvación de las ballenas, el economato ruso o el capitalismo estadounidense, que a fin de cuentas es como el nuestro pero a lo basto y vasto. Sí, estaría. Pero como el concierto es gratis, el día 7 renegaré de mi condición de pamplonica y no estaré en San Fermín y me iré a Villalba a pagar y a verle cuanto más de cerca mejor y con cuanta más gente callada alrededor mejor. Así es, adictivo, porque lo único que se me ocurre decir sobre Dylan es que es como la nicotina: si aguantas las primeras toses, es imposible alejarse. Por eso a Dylan le llamo –yo y muchos más- El Maestro, porque como él dice sobre Woody Guthrie: “Sus canciones no te enseñan a vivir, pero sí a cómo no vivir”. Yo no puedo aspirar a tanto, así que sólo espero que todos estos artículos –cerca de 200 en Navarra y los domingos en Gipuzkoa- al menos les hayan entretenido o sacado media sonrisa. Con eso me doy por más que satisfecho. Así que tengan cuidado del viento occidental y del tiempo tormentoso. Ha sido un placer y un privilegio. Salud.
4 Comments:
Que pasa, que nos dejas?
Si te vas de gira con él, ma parece bien, pero acostumbrados a lo bueno, ahora...
Yo personalmente te diré que me he reido, he llorado y sobre todo, he disfrutado leyendote.
Espero que te vaya todo muy bien.
Ondo izan.
Patxi.
vuelve pronto chaval....
¿Nos dejas?
pero volverás verdad txis?
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