La ruleta rusa
Últimamente he cambiado muchas veces mi testamento. Eso me pasa por andar por el suelo y tener que cruzar tantos pasos de cebra sin semáforo. Un paso de cebra sin semáforo en esta ciudad es lo más parecido a entrar en el saloon y cagarse en los muertos de todos los vaqueros allí presentes y además decirles que les vas a robar las vacas y que sus caracoles ya no pastarán en mis praderas. En Inglaterra, donde según nos dicen son todos unos hooligans, el punkarra del barrio empieza a frenar a 70 metros del paso del cebra aunque tú estés aún a cinco zancadas de llegar a la pintura. Aquí el personal en primer lugar no te ve. Si te ve y puede, se hace el despistao. Si no puede, intenta pasar antes que tú aunque te fulmine el tupé. Y, con gran dolor de corazón, hay veces, las menos, en las que frena, a medio metro tuyo. Son esas veces en las que uno le echa valor y se pone en mitad del paso de cebra mirando en dirección al coche y se quema a lo bonzo para que pare. ¿Motivo? Ni idea. Luego tenemos los pasos de cebra con semáforo, a los que en las últimas semanas -y a algunos en concreto- les han puesto un cronómetro para saber cuánto te queda de espera y cuánto tenemos para cruzarlo. El de Conde Oliveto por ejemplo es para atletas olímpicos. Creo que son 18 segundos para cruzar seis carriles. He visto a varias abuelas que justo llegan a la mitad y ahí se quedan, en la mediana, con un seto como todo parapeto y una tufarra a tubo de escape que les deja la laca inhábil. Para esperar hay del orden de 90 segundos. Hay gente que se ha estudiao varias carreras esperando y otros han conocido allí a sus parejas. Para cuando llegaron al otro lado ya tenían hijos y me han llegado a decir, aunque igual es un rumor, que el responsable de tráfico les colgaba una medalla.
Últimamente he cambiado muchas veces mi testamento. Eso me pasa por andar por el suelo y tener que cruzar tantos pasos de cebra sin semáforo. Un paso de cebra sin semáforo en esta ciudad es lo más parecido a entrar en el saloon y cagarse en los muertos de todos los vaqueros allí presentes y además decirles que les vas a robar las vacas y que sus caracoles ya no pastarán en mis praderas. En Inglaterra, donde según nos dicen son todos unos hooligans, el punkarra del barrio empieza a frenar a 70 metros del paso del cebra aunque tú estés aún a cinco zancadas de llegar a la pintura. Aquí el personal en primer lugar no te ve. Si te ve y puede, se hace el despistao. Si no puede, intenta pasar antes que tú aunque te fulmine el tupé. Y, con gran dolor de corazón, hay veces, las menos, en las que frena, a medio metro tuyo. Son esas veces en las que uno le echa valor y se pone en mitad del paso de cebra mirando en dirección al coche y se quema a lo bonzo para que pare. ¿Motivo? Ni idea. Luego tenemos los pasos de cebra con semáforo, a los que en las últimas semanas -y a algunos en concreto- les han puesto un cronómetro para saber cuánto te queda de espera y cuánto tenemos para cruzarlo. El de Conde Oliveto por ejemplo es para atletas olímpicos. Creo que son 18 segundos para cruzar seis carriles. He visto a varias abuelas que justo llegan a la mitad y ahí se quedan, en la mediana, con un seto como todo parapeto y una tufarra a tubo de escape que les deja la laca inhábil. Para esperar hay del orden de 90 segundos. Hay gente que se ha estudiao varias carreras esperando y otros han conocido allí a sus parejas. Para cuando llegaron al otro lado ya tenían hijos y me han llegado a decir, aunque igual es un rumor, que el responsable de tráfico les colgaba una medalla.
2 Comments:
El asunto del que trata la columna "la ruleta rusa" es uno de los que más me alteran, aunque me reconozco fácilmente alterable.
No entiendo por qué los peatones han pasado a ser ciudadanos de segunda en favor de los conductores, cuando todo el mundo es peatón y solo algunos (tal vez demasiados) conductores.
He observado que la mayoría de los conductores no se salta un ceda el paso o un stop, si ve que se acerca un coche, mientras que sí se salta un paso de cebra aunque vea un peatón con intención de cruzar.
He llegado a la triste conclusión de que no quieren arriesgarse a que otro coche les destroce el suyo, pero no les importa el riesgo de matar a alguien. Ante esta demostración de egoísmo, falta de conciencia y otras cosas que prefiero no decir, la única solución que se me ocurre es que matar a alguien en un paso de cebra tenga unas consecuencias (tal vez la cárcel)que si disuadan a los conductores de no respetar a los peatones.
yo sigo tirándome a los pasos de peatones, por ahora sin lesiones, aunque sólo sea por recordar a los irrespetuosos el tema de las preferencias; otra cosa son los respetables mayores que, a pie o con volante entre manos, hacen valer su respeto y su ley de cuando en Pamplona había 4 seats y un 11 ligero y sin mirar caminan y circulan a sus anchas. estos son los que tienen que reciclarse o decirle al nieto que les lleve porque Tráfico razonablemente no les renueva ya el carnés.
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