Codazo
Me acabo de dar cuenta, avergonzado, que llevo ya un mes dando la barrila y aún no había citado a El Maestro. Ese Maestro que dice dentro de los museos el infinito sube a juicio. Como el hombre resulta un poco críptico a veces, hay que decir que lo quiere contar es que no le gustan los museos –lo sé por que se lo he leído en alguna entrevista- A mi tampoco me gustan los museos y he de decir que desde antes de conocer a El Maestro. Tal vez sea porque tampoco es que me gusten excesivamente los cuadros ni las esculturas, ni nada que en general se cuelgue de una pared para que la gente lo mire con cara de interés y –en muchos casos- cuerpo de prisa. Será que no valdré para lo tridimensional. Por eso me suelo reír mucho cuando birlan algún cuadro famosísimo y se lo colocan los colegas en el txoko mientras juegan al pinchazo. También me resulta ridículo cuando algún millonario –excéntrico, por supuesto, porque sólo los millonarios se suelen permitir el lujo de ser excéntricos- paga millonadas por una tela, la que sea, tela que, en el 99% de los casos, luego vende multiplicada para sacar mucha más tela. O sea, que el cuadro como tal le importaba una mierda. Como iba a hacer el buen hombre que compró uno de Picasso por 48 millones de dólares y lo iba a vender por 139. Vamos, que le iba a sacar una pasa de 12.000 millones de pesetas. Hasta que se puso a enseñarlo a unos colegas, le pegó un codazo sin querer y le hizo un agujero, con lo cual ya no sé si el cuadro no lo vende ni a tiros o se le revaloriza, que el mundo del arte es asín. La cosa es que luego me enteré de que el hombre tenía retinosis pigmentaria y no calcula bien las distancias, así que, por respeto a los que tienen esa enfermedad, me tuve que tapar la carcajada. Si no, era para aplaudir con las orejas.
Me acabo de dar cuenta, avergonzado, que llevo ya un mes dando la barrila y aún no había citado a El Maestro. Ese Maestro que dice dentro de los museos el infinito sube a juicio. Como el hombre resulta un poco críptico a veces, hay que decir que lo quiere contar es que no le gustan los museos –lo sé por que se lo he leído en alguna entrevista- A mi tampoco me gustan los museos y he de decir que desde antes de conocer a El Maestro. Tal vez sea porque tampoco es que me gusten excesivamente los cuadros ni las esculturas, ni nada que en general se cuelgue de una pared para que la gente lo mire con cara de interés y –en muchos casos- cuerpo de prisa. Será que no valdré para lo tridimensional. Por eso me suelo reír mucho cuando birlan algún cuadro famosísimo y se lo colocan los colegas en el txoko mientras juegan al pinchazo. También me resulta ridículo cuando algún millonario –excéntrico, por supuesto, porque sólo los millonarios se suelen permitir el lujo de ser excéntricos- paga millonadas por una tela, la que sea, tela que, en el 99% de los casos, luego vende multiplicada para sacar mucha más tela. O sea, que el cuadro como tal le importaba una mierda. Como iba a hacer el buen hombre que compró uno de Picasso por 48 millones de dólares y lo iba a vender por 139. Vamos, que le iba a sacar una pasa de 12.000 millones de pesetas. Hasta que se puso a enseñarlo a unos colegas, le pegó un codazo sin querer y le hizo un agujero, con lo cual ya no sé si el cuadro no lo vende ni a tiros o se le revaloriza, que el mundo del arte es asín. La cosa es que luego me enteré de que el hombre tenía retinosis pigmentaria y no calcula bien las distancias, así que, por respeto a los que tienen esa enfermedad, me tuve que tapar la carcajada. Si no, era para aplaudir con las orejas.
1 Comments:
Sólo con retinosis muy aguda, pero que muy, se puede pagar esa pasta por senejante cuadro.
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