Agua
El ser humano –concretamente el ser humano de Pamplona- se enfrenta en los próximos años a uno de los mayores problemas que jamás le hayan situado delante: el agua. Estaremos de acuerdo, supongo. Pero no el agua en sí, como tal elemento, o su escasez, sino el agua en vaso o el agua en botellín. El agua gratis o el agua a 1,10 euros para empujar el pincho. Ése es el reto, si saltar o no la barra del bar y agarrar al camarero por la pechera cuando después de haber pedido un pincho de tortilla y “un vaso de agua, por favor” –literal- el buen hombre llega con el pincho de tortilla – a veces frío y sin pan, para que haya que pasar el rato de pedir que lo calienten y una rodaja de pan- y un botellín de 1,10. Esto aquí, claro, donde el agua de los grifos sale fresca, clara y potable. No quiero generalizar tampoco, pero sí que es cada vez más frecuente que, en cuanto pueden, zaska, botellín. ¿Qué hace uno entonces? ¿Pasa el mal trago y le recuerda al camarero que sólo ha pedido un “vaso de agua, por favor” o se resigna y le da un tiento al botellín, del que no bebe ni la mitad, y paga casi 3 euros por el conjunto? Tremendo dilema éste y tremenda labor la que deberían de hacer los hosteleros para que los sistemas de funcionamiento de algunos no sigan perjudicando la labor de todos, ofreciendo una imagen de aves de rapiña que en la mayoría de los casos no es cierta pero que en muchos también es cierto que está más que justificada. Eso por no hablar de la casi inexistente atención de sacar algo que acompañe a la cerveza o la consumición, práctica más que extendida en la mayor parte de España, donde además las consumiciones son más baratas. Porque a mí la Semana del Pincho me parece genial, pero ya dijo Vázquez Montalbán que “la verdad está en los días laborables”.
El ser humano –concretamente el ser humano de Pamplona- se enfrenta en los próximos años a uno de los mayores problemas que jamás le hayan situado delante: el agua. Estaremos de acuerdo, supongo. Pero no el agua en sí, como tal elemento, o su escasez, sino el agua en vaso o el agua en botellín. El agua gratis o el agua a 1,10 euros para empujar el pincho. Ése es el reto, si saltar o no la barra del bar y agarrar al camarero por la pechera cuando después de haber pedido un pincho de tortilla y “un vaso de agua, por favor” –literal- el buen hombre llega con el pincho de tortilla – a veces frío y sin pan, para que haya que pasar el rato de pedir que lo calienten y una rodaja de pan- y un botellín de 1,10. Esto aquí, claro, donde el agua de los grifos sale fresca, clara y potable. No quiero generalizar tampoco, pero sí que es cada vez más frecuente que, en cuanto pueden, zaska, botellín. ¿Qué hace uno entonces? ¿Pasa el mal trago y le recuerda al camarero que sólo ha pedido un “vaso de agua, por favor” o se resigna y le da un tiento al botellín, del que no bebe ni la mitad, y paga casi 3 euros por el conjunto? Tremendo dilema éste y tremenda labor la que deberían de hacer los hosteleros para que los sistemas de funcionamiento de algunos no sigan perjudicando la labor de todos, ofreciendo una imagen de aves de rapiña que en la mayoría de los casos no es cierta pero que en muchos también es cierto que está más que justificada. Eso por no hablar de la casi inexistente atención de sacar algo que acompañe a la cerveza o la consumición, práctica más que extendida en la mayor parte de España, donde además las consumiciones son más baratas. Porque a mí la Semana del Pincho me parece genial, pero ya dijo Vázquez Montalbán que “la verdad está en los días laborables”.
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