19 noviembre 2006

El calvo

Acabo de ver el anuncio de lotería y no sé si es por el resacón que tengo del bodorrio de Tom y Kathy pero el caso es que no he visto al calvo, pero no, es que no aparecía. Y entre que a mi las resacas me sientan muy mal –creo que nos dieron garrafón- y que un anuncio sin el calvo es una mierda, me he puesto frenético, a tal punto que he bajado a mi lotero y le he devuelto los décimos. “¡Y eso?”, ha preguntado. “Ya sabes que si yo compraba era para que apareciera el calvo, sobre todo desde que me enteré que no le dejaban trabajar en otro sitio, ni hablar, ni que le sacaran fotos. Vamos, que estaba preso. O sea, que si no sale ya se pueden ir metiendo los décimos por el culo y ojalá que al de Sort no le toque ni la pedrea, por pelma”, le he dicho. “No te puedo devolver el dinero”, ha contestado. Es buena gente mi lotero y además creo que a él tampoco le ha gustado el nuevo anuncio, más ñoño que una peli de Pili y Mili. Que si el calvo había canibalizado la campaña, que si la gente no sabía qué se anunciaba, dicen los de Loterías. Claro que sí sabíamos, la lotería del calvo se anunciaba, albardaos. Así no vendáis la mitad de los décimos este año. Luego me he acercado al bar de al lado, que es donde hago la porra. Estaba el dueño con el calvo, que por cierto tiene pelo. Nada, que lo ha fichado para ver si así se le apunta más gente, que somos tan malos que llevamos 30 jornadas sin acertar. “¿Le has puesto alguna cláusula”. “¿Cláusulas? ¡Qué va! Me ha dicho que lleva 8 años sin hacer nada. Tú no sabes qué forma de fregar el bar. Ya hemos decidido que en el anuncio va a salir con una mata de pelo del coplero. Y va a hablar. Va a decir: Yo antes era calvo. Y mudo, pero desde que hice la porra en el bar La Montañesa...” Ahí, ahí, los niños del San Ildefonso al paro.