11 noviembre 2006

Normal

Me cuenta un buen amigo por teléfono que fue a arrancar su coche, que estaba aparcado en la zona azul, y que no pudo. Se le había acabado la gasolina. Mi amigo sabe que los de la zona azul están en huelga pero también sabe que esto de las huelgas lo mismo se desconvoca a las dos de la mañana y vas al día siguiente y, por pasarte de la hora, te han puesto una receta por la espalda que te guiñas. Así que con la lata en la mano se acercó a una gasolinera que estaba bien lejos aunque era la que más cerca estaba y se encontró con que estaba cerrada, que estaban también en huelga. No funcionaba ni la máquina de chocolatinas. A mi amigo, en consecuencia, se le empezaron a hinchar las pelotas, tanto que le empezaron a doler. Y se fue con la lata vacía y las pelotas bien gordas a un centro de salud que no es el suyo pero cuando a uno le duelen las pelotas no suele atender a razones. Los médicos le impidieron el paso, no sin antes informarle de que podía unirse a su lucha, “camarada”. Eso sí, le dieron un volante para el día siguiente, que no iban a estar de huelga. Entonces mi amigo se fue con la lata, el volante y las pelotas como balones medicinales a una asociación de consumidores. Le dijeron que no era socio, pero que pagando una cuota y con dos fotos de carnet le atendían. Vagó por la ciudad durante horas buscando cabinas de fotomatón, pero desde que cerraron los cines Iturrama y tiraron los Príncipe no sabía localizar ninguna, así que se volvió a dormir al coche, chocando un muslo contra el otro y viendo estrellas. No estaba el coche, pero sí una pegatina de la grúa municipal en el suelo. El caso es que ahora ya estoy un poco más tranquilo porque me ha asegurado que si se atienden sus peticiones en menos de una hora suelta al primer rehén.