La L
Esa empresa sueca tan divertida en la que trabajamos todos, ya saben, Ikea, les ha puesto a algunos de sus empleados unas camisetas con la letra L, no de talla, sino con una L gigante impresa detrás. Los elegidos son los que llevan poco tiempo en la empresa o en una sección concreta, están en prácticas o haciendo un cursillo, vamos, los becarios. Argumenta la responsable de recursos humanos de la tienda Ikea de San Sebastián de los Reyes que con esta medida “a los trabajadores se les da tranquilidad y los clientes se muestra más comprensivos con los empleados”. Esto es, te ponen una L -¿de lelo o de lerdo?- y la gente te molesta menos. No está mal, aunque habrá que preguntarles a los que no llevan la L qué tal se comporta la clientela con ellos, no vaya a ser que a los veteranos les dé por ponerse una Q de quemados y a los jefes una T de tocahuevos y al final vayas a un Ikea y no puedas hablar con nadie, aunque no sería mucho cambio con lo que te pasa ahora, que es como estar en la Luna. Dice también la responsable de personas humanas que éstas llevarán la camiseta con la L hasta que se adapten a su nuevo puesto, con lo que ya me veo a unos cuantos que no se van a quitar la L hasta que se les caigan los dientes, porque eso de que no te molesten los clientes tiene que ser un chollo, ¿no?: “No, no, señora, yo de esa mesa no tengo ni idea. Y además, ¿no ve la L? Pregunte a aquel, sí, el calvo, que es el encargao. Pásame la bota Mariano, que hace reseco”. No sé, no le veo yo mucho futuro a esta cosa, aunque bien visto igual sería una buena idea copiarlo esto en los parlamentos: “A ver, no se metan ustedes con el señor Montilla que sólo lleva cuatro días de president”. Da igual, el caso es que estos del Ikea, con tal de no trabajar, cualquier cosa.
Esa empresa sueca tan divertida en la que trabajamos todos, ya saben, Ikea, les ha puesto a algunos de sus empleados unas camisetas con la letra L, no de talla, sino con una L gigante impresa detrás. Los elegidos son los que llevan poco tiempo en la empresa o en una sección concreta, están en prácticas o haciendo un cursillo, vamos, los becarios. Argumenta la responsable de recursos humanos de la tienda Ikea de San Sebastián de los Reyes que con esta medida “a los trabajadores se les da tranquilidad y los clientes se muestra más comprensivos con los empleados”. Esto es, te ponen una L -¿de lelo o de lerdo?- y la gente te molesta menos. No está mal, aunque habrá que preguntarles a los que no llevan la L qué tal se comporta la clientela con ellos, no vaya a ser que a los veteranos les dé por ponerse una Q de quemados y a los jefes una T de tocahuevos y al final vayas a un Ikea y no puedas hablar con nadie, aunque no sería mucho cambio con lo que te pasa ahora, que es como estar en la Luna. Dice también la responsable de personas humanas que éstas llevarán la camiseta con la L hasta que se adapten a su nuevo puesto, con lo que ya me veo a unos cuantos que no se van a quitar la L hasta que se les caigan los dientes, porque eso de que no te molesten los clientes tiene que ser un chollo, ¿no?: “No, no, señora, yo de esa mesa no tengo ni idea. Y además, ¿no ve la L? Pregunte a aquel, sí, el calvo, que es el encargao. Pásame la bota Mariano, que hace reseco”. No sé, no le veo yo mucho futuro a esta cosa, aunque bien visto igual sería una buena idea copiarlo esto en los parlamentos: “A ver, no se metan ustedes con el señor Montilla que sólo lleva cuatro días de president”. Da igual, el caso es que estos del Ikea, con tal de no trabajar, cualquier cosa.
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