22 noviembre 2006

Por narices

Tal día como mañana de hace tres meses Raúl García se escapó por la derecha, puso un centro y Pierre Webo saltó mucho, tanto que aquel mal testarazo acabó con todos nosotros como cuando el 6 de julio de 1996 la cámara enfocó a Indurain en Les Arcs y le vimos sacar la lengua y pedir agua. A partir de ahí, todo lo que nos está pasando desde aquella perra noche de agosto me parece cuando menos bastante lógico, incluso que ni yo mismo ni casi nadie en un papel de esta comunidad se haya ciscado en Ziganda, que hubiera sido lo más normal visto el lamentable papel que estamos realizando, ni haya pedido que pasen por las armas a los jugadores en plaza pública. Porque ya hemos comentado en multitud de ocasiones que estamos dispuestos a sufrir con malos resultados, rachas pésimas, años sin ver puerta, pero por donde no pasamos ni pasaremos es por dar la sensación de que estamos perdiendo nuestras únicas señas de identidad, la lucha y la honestidad, que así en frío no son nada pero que al fin y al cabo son nuestras y además es lo único que tenemos. Es como ese tipo feo como él sólo y con una nariz grande pero particular que le da un toque propio y que de repente un día va al cirujano y se la recorta, que sigue siendo feo como él sólo y además plano. Y eso ya no sé de quién es culpa, si del entrenador novato, de la directiva que lo puso, de la que lo mantiene, de la plantilla o de las conjunciones astrales. Y tampoco sé si es buena decisión mantener al Cuco y su aparente poca sangre –tampoco Pedro Mari Zabalza aparentaba sangre y no estuvo nada mal-. Lo único que sé es que el tiempo se nos va echando encima, que cada día oscurece más temprano y que al menos antes se nos distinguía porque de entre los sombras nos asomaba la nariz, nuestra nariz.