04 noviembre 2006

Un mito

Se me ha caído un mito. Ahí está, en plena acera, como una tarta de boda en mitad de la lluvia y los muñecos hundiéndose a causa del peso de las gotas y la nata que se va desinflando y pasa un coche y aplasta con una rueda el frac del novio. Mi mito era Galipienzo. Algunos ponen en el corcho de la habitación un póster de Scarlett Johansson y yo le ponía a él, porque para lo que sirve el poster de Scarlett Johansson a mí me basta con la imaginación y el ímpetu. En cambio, era ver a Galipienzo y desarrollaba yo una capacidad para convertir mi sueldo en propiedades que pa qué. Me inspiraba, su careto. Yo lo tenía como al George Soros de la adquisición de pisos, como al Houdini de los créditos hipotecarios, como al Tamariz de las parcelas reurbanizables. Es más, si hubiese abierto una asesoría yo hubiese sido de sus primeros clientes porque alguien que con su edad y su sueldo anual de 90.000 euros –eso dijo él, El Multiplicador- es capaz de tener cuatro casas, tres parcelas reurbanizables, una bajera comercial y cuatro BMW también es capaz de multiplicar los panes y los peces y hasta inventar la mayonesa si hace falta. Y conseguirme a mí un pisito en Zahara de los Atunes, que es lo que yo quiero, sin más, ni coches, ni bajeras ni leches, un pisito modesto en Zahara, con su balconcito pequeño pa dejar el aspirador y el tendedero y mira por ahí va Javier Krahe a pegarse un baño. Pero no va a poder ser, porque va y ha dicho un juez que no era así, que robaba, mi Ignacio. Ahora le llaman prevaricar y no sé qué de cohecho, pero en mi pueblo es robar, que tampoco es igual que trasladar una cosa de un sitio a otro. Ahora lo que me preocupa es qué hago con el hueco que se me ha quedado en la pared. A lo mejor pongo un póster que tengo de Milli Vanilli.