Mónica
Voy mal. Son las siete y media de la tarde y todavía no he escrito una línea. Me pongo a pensar, pero nada. Me debe faltar entrenamiento. No sé si escribir de los cafres de los cócteles, de que tenemos la mejor afición del mundo –Inglaterra no la considero mundo-, de Ripa y sus cifras de seguridad o de El Egipcio. Pero ningún tema me llama la atención lo suficiente. Perdón, me está sonando el teléfono. Ahora vuelvo. “No, no, gracias, no, no, gracias, no me interesa. Que te digo que no, caguensos”. Perdón, ya estoy. Era Mónica, que quería premiarme por no sé qué de mi fidelidad y a cuento de ella –de la fidelidad- pues que me ofrecía un paquete por 19 euros más al mes. Le he dicho que estaba más que satisfecho con mi paquete, con mi fidelidad y con mi vida en general así vista desde arriba, pero ha insistido en que era un paquete de televisión “excelente”, que me ofrecían ellos, los de Telefónica. Le he contestado que si pago 19 euros más al mes por algo me situó casi por debajo del umbral de la pobreza y que además a ver si no se ha enterado ella que en nada llega el cabrón del Euribor. Ella del Euribor no sabía nada, pero “tiene más de 64 canales” y pa aquí y pa allá y que te lo instalan en un santiamén. Le he dicho que casi mejor no me instalen nada y que me hagan la lobotomía directamente y así me irá mejor. Luego ya ha dejao de hablarme así con esa voz que tanto me recuerda a la Barcina y me ha respondido que que vaya humor, que a ver si desayuno cristales. Yo le he dicho: “Mónica, mi vida, hazme un favor. Sal de esa covacha en la que te habrán metido y dile a Alierta, si le ves, que se puede meter el paquete, el Imagenio y la fidelidad por donde la zona del culo”. Y se ha rendido. Me ha dao su móvil. ¿Pero para qué quiero yo el móvil de la Barcina?
Voy mal. Son las siete y media de la tarde y todavía no he escrito una línea. Me pongo a pensar, pero nada. Me debe faltar entrenamiento. No sé si escribir de los cafres de los cócteles, de que tenemos la mejor afición del mundo –Inglaterra no la considero mundo-, de Ripa y sus cifras de seguridad o de El Egipcio. Pero ningún tema me llama la atención lo suficiente. Perdón, me está sonando el teléfono. Ahora vuelvo. “No, no, gracias, no, no, gracias, no me interesa. Que te digo que no, caguensos”. Perdón, ya estoy. Era Mónica, que quería premiarme por no sé qué de mi fidelidad y a cuento de ella –de la fidelidad- pues que me ofrecía un paquete por 19 euros más al mes. Le he dicho que estaba más que satisfecho con mi paquete, con mi fidelidad y con mi vida en general así vista desde arriba, pero ha insistido en que era un paquete de televisión “excelente”, que me ofrecían ellos, los de Telefónica. Le he contestado que si pago 19 euros más al mes por algo me situó casi por debajo del umbral de la pobreza y que además a ver si no se ha enterado ella que en nada llega el cabrón del Euribor. Ella del Euribor no sabía nada, pero “tiene más de 64 canales” y pa aquí y pa allá y que te lo instalan en un santiamén. Le he dicho que casi mejor no me instalen nada y que me hagan la lobotomía directamente y así me irá mejor. Luego ya ha dejao de hablarme así con esa voz que tanto me recuerda a la Barcina y me ha respondido que que vaya humor, que a ver si desayuno cristales. Yo le he dicho: “Mónica, mi vida, hazme un favor. Sal de esa covacha en la que te habrán metido y dile a Alierta, si le ves, que se puede meter el paquete, el Imagenio y la fidelidad por donde la zona del culo”. Y se ha rendido. Me ha dao su móvil. ¿Pero para qué quiero yo el móvil de la Barcina?
1 Comments:
Bien Nagore bien
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