10 febrero 2007

Pena de peana

Ayer me acerqué a ver la escultura del encierro. Me encantó. El día que le quiten el embalaje ya va a ser increíble, aunque conociendo cómo van de rápidas las cosas en esta ciudad quizá no lo vean mis ojos y estemos años contemplando cómo se van biodegradando los plásticos que envuelven a Pérez Cabañas, perdón –es la costumbre-, a los corredores. Lo que me llamó la atención es que el suelo de la peana está sin terminar, que aún les faltan por poner los adoquines. Lo que no sé es de dónde van a sacar los adoquines, visto cómo ha crecido últimamente el tráfico de esta nueva sustancia, que hace unas semanas sin ir más lejos apareció un alijo de adoquines de Pamplona en Beasain –y no me refiero a un acto de hermanamiento- y aún no sabemos nada de dónde partió la fuga de un material que sobre el papel debía de custodiar o al menos controlar el hay-untamiento. Aunque, bien pensado, es lo de menos, que aquí lo que nos sobran son adoquines, ya que mismamente con lo que tuvimos que retirar gracias a Mangado se podría hacer una carretera de ida y vuelta a Ulan Bator o simular los 798 metros del recorrido del encierro en todos los hogares navarros que hay repartidos por el mundo, que por cierto son un huevo –de esto me ha informado mi abuela, que es mi Enciclopedia Británica del tema navarro, una cátedra le tendrían que dar-. Lo que sí que no he terminado de entender es por qué se va a utilizar adoquín de la Estafeta, que no es sino una de las cinco calles por las que transcurre la carrera. Como hijo, sobrino y hermano de tres que han corrido o corren en Santo Domingo solicito adoquín de todos los tramos, porque lo contrario es minusvalorar y que al final los diversos Madinas que campan por Estafeta se lo crean. O que traigan el de Beasain esos robasetas, je-je.