Hamilton
Tal vez dentro de unas horas Lewis Hamilton ya es campeón del mundo de Fórmula 1, aunque el que esto escribe preferiría que Lewis Hamilton se hubiera empotrado contra el safety car (sin daños personales, por supuesto, a lo sumo una pala rota. O las dos) o, en su defecto, contra cualquier cosa móvil o estática. ¿Y por qué? Porque Fernando Alonso me cae de maravilla –desde el primer día y a pesar de los coros patrios en radios, prensa y TV- y, sobre todo, porque no soporto a los deportistas con padre incorporado, especialmente si tanto el padre como el hijo han dado reiteradas muestras de ser capaces de acuchillar a quien haga falta con tal de ganar e irse de rositas. Esos padres de sonrisa beatífica que miran embobados a sus retoños y que chupan más plano que sus propios hijos o hijas son lo peor del deporte, con diferencia, porque, además, en cuanto les veo me los imagino en su versión padre tirano chillándole al niño de 11 años que cómo es posible que haya fallado ese golpe o ese tiro o cualquier otra cosa. Lo siento, me los imagino así. Y el de Hamilton no es una excepción. Es más, ahora mismo significa el compendio de todos los padres patada que ha dado el mundo del deporte y que son un montón, desde el de Graff hasta los de las Williams pasando por el de Jelena Dokic, que es un cafre. Resumiendo, que sería muy feliz si el Hamilton no es campeón del mundo a estas horas y Alonso sigue teniendo opciones matemáticas de serlo en la última carrera en Brasil y al niño se le va poniendo cara de no entender nada y le entran los nervios y pierde el Mundial en Interlagos y se lanza a los brazos de papá con una llorera del carajo. Sí, es cierto, el baboseo entonces por aquí sería tremebundo, pero estoy dispuesto a pagar ese peaje.
Tal vez dentro de unas horas Lewis Hamilton ya es campeón del mundo de Fórmula 1, aunque el que esto escribe preferiría que Lewis Hamilton se hubiera empotrado contra el safety car (sin daños personales, por supuesto, a lo sumo una pala rota. O las dos) o, en su defecto, contra cualquier cosa móvil o estática. ¿Y por qué? Porque Fernando Alonso me cae de maravilla –desde el primer día y a pesar de los coros patrios en radios, prensa y TV- y, sobre todo, porque no soporto a los deportistas con padre incorporado, especialmente si tanto el padre como el hijo han dado reiteradas muestras de ser capaces de acuchillar a quien haga falta con tal de ganar e irse de rositas. Esos padres de sonrisa beatífica que miran embobados a sus retoños y que chupan más plano que sus propios hijos o hijas son lo peor del deporte, con diferencia, porque, además, en cuanto les veo me los imagino en su versión padre tirano chillándole al niño de 11 años que cómo es posible que haya fallado ese golpe o ese tiro o cualquier otra cosa. Lo siento, me los imagino así. Y el de Hamilton no es una excepción. Es más, ahora mismo significa el compendio de todos los padres patada que ha dado el mundo del deporte y que son un montón, desde el de Graff hasta los de las Williams pasando por el de Jelena Dokic, que es un cafre. Resumiendo, que sería muy feliz si el Hamilton no es campeón del mundo a estas horas y Alonso sigue teniendo opciones matemáticas de serlo en la última carrera en Brasil y al niño se le va poniendo cara de no entender nada y le entran los nervios y pierde el Mundial en Interlagos y se lanza a los brazos de papá con una llorera del carajo. Sí, es cierto, el baboseo entonces por aquí sería tremebundo, pero estoy dispuesto a pagar ese peaje.
1 Comments:
Vaya, Jorge, has resultado ser un profeta en tu tierra. Hamilton se ha quedado empotrado en la pista. Vete preparando otro vaticinio para dentro de un par de semanas, a ver si vuelves a dar en el clavo.
Publicar un comentario
<< Home