Sube el pan
Ha pedido el presidente de la Cámara de Comercio e Industria de aquí de Navarra –sí, ésa misma que te cobra si abres una tiendita de 10 metros cuadrados porque, según ella, te ofrece apoyo o similar. Más o menos como el que le da McLaren a Alonso vino a ser el apoyo en mi caso- que “la iniciativa privada” sea el motor de la construcción. A renglón seguido –esto es, después- ha aclarado que, total, que la casa sea construida por el sector público o por el privado es igual, “porque al final el precio para el consumidor es el mismo”. A raíz de estas palabras, que rompen todas las teorías económicas desde Keynes hasta Galbraith, se ha disparado el precio del trigo y ha subido el pan. Por tanto, si les cobran 95 céntimos por una barra que cada vez pesa menos la culpa no es de que los biocombustibles utilicen cereales para su fabricación o de la pujante clase media china e india o de la sequía en Australia. La culpa es de Javier Taberna, que abre la boca, sube el pan y todo queda en casa. Semejante afirmación no la apoyó en demostración numérica alguna, vamos, una chuletilla con la que nos hubiera podido explicar el por qué una vivienda libre de x metros vale 20 o 30 millones más que una vivienda protegida de idéntico tamaño y calidad. Claro, que tal vez Taberna a donde quería llegar es a que si no hubiera viviendas protegidas bajaría el precio de las libres, pero en todo caso no lo dijo así y, además, habría que tener la fe de 1.000 monjas para creerle o, directamente, no conocer en qué círculos se mueve el susodicho desde hace décadas, que no es precisamente el de los que tienen tienditas de 10 metros sino el de los que tienen promotoras y constructoras. Así que desconfíen –qué perogrullada, ¿verdad?-, que hay gente que abre la boca y se le ve el código de barras.
Ha pedido el presidente de la Cámara de Comercio e Industria de aquí de Navarra –sí, ésa misma que te cobra si abres una tiendita de 10 metros cuadrados porque, según ella, te ofrece apoyo o similar. Más o menos como el que le da McLaren a Alonso vino a ser el apoyo en mi caso- que “la iniciativa privada” sea el motor de la construcción. A renglón seguido –esto es, después- ha aclarado que, total, que la casa sea construida por el sector público o por el privado es igual, “porque al final el precio para el consumidor es el mismo”. A raíz de estas palabras, que rompen todas las teorías económicas desde Keynes hasta Galbraith, se ha disparado el precio del trigo y ha subido el pan. Por tanto, si les cobran 95 céntimos por una barra que cada vez pesa menos la culpa no es de que los biocombustibles utilicen cereales para su fabricación o de la pujante clase media china e india o de la sequía en Australia. La culpa es de Javier Taberna, que abre la boca, sube el pan y todo queda en casa. Semejante afirmación no la apoyó en demostración numérica alguna, vamos, una chuletilla con la que nos hubiera podido explicar el por qué una vivienda libre de x metros vale 20 o 30 millones más que una vivienda protegida de idéntico tamaño y calidad. Claro, que tal vez Taberna a donde quería llegar es a que si no hubiera viviendas protegidas bajaría el precio de las libres, pero en todo caso no lo dijo así y, además, habría que tener la fe de 1.000 monjas para creerle o, directamente, no conocer en qué círculos se mueve el susodicho desde hace décadas, que no es precisamente el de los que tienen tienditas de 10 metros sino el de los que tienen promotoras y constructoras. Así que desconfíen –qué perogrullada, ¿verdad?-, que hay gente que abre la boca y se le ve el código de barras.
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