02 noviembre 2007

La noria

Pienso subirme a la noria el mismo día que la inauguren y no me voy a bajar hasta que la quiten. Voy a acabar hasta la coronilla de ver la Ciudadela, pero yo me hago fuerte ahí fijo, venga de girar día sí y día también, haga el tiempo que haga. Anda que no es buena idea la de Yolandamari de convertir esto en Barcinolandia, con la ilusión que le hace a ella dejar huella y que nos los pasemos bien sus súbditos al tiempo que contemplamos cómo ha quedado de hermosa la Ciudadela gracias a ella. Luego me bajaré de la noria el día que la desmonten, cruzaré Yanguas y Miranda, Conde Oliveto y me meteré en la antigua estación de autobuses a patinar sobre hielo. Pienso estar patinando también hasta que se funda el hielo, así sea marzo. Todo bien rechuli, no me digan. Yo todo lo que sea pasármelo infantilmente bien me encanta. Lo que espero es que algún avispado comerciante sea lo suficientemente osado como para poner un puesto de algodón debajo de la noria, porque subirse a la noria sin algodón no es igual. Y ya si ponen un tirapichón y los camellos y un puesto de pollos asados sería fantástico. Más eventos de estos tendría que haber para que se nos quite la imagen de ciudad color gris-Barcina. Un teleférico hasta San Cristóbal, un complejo comercial submarino en el Arga, una pasarela subterránea que conecte todos los parkings de la ciudad y podamos ver los enterramientos, osarios y ánforas, un rápel desde la Torre Basoko. Lo que haga falta, oigan, que por dinero va a ser. Luego te obliga el Ayuntamiento a arreglar la escalera y la fachada trasera de tu casa y no hay un duro para subvenciones, pero eso a quién le importa, si no se ve. Quita, quita, aquí juerga, noria, hielo y que lo pasen bien las criaturas. Aquí el que no disfruta es porque no quiere.