Ropas
Ahora mismo acabo de entrar al cuarto y he visto a mi rival braceando entre miles de ropas, bolsas, percheros, cajas de cartón, de plástico. “¿Te vas de casa o vas a abrir un Cortefiel?”. Me ha gruñido y ha dicho que lo único que estaba haciendo –ya que yo no lo hago nunca, ha recalcado- es recoger la ropa de verano y sacar la de invierno. Acojonante -le he dicho-, ¡pero si no ha habido verano! Además –he continuado- con toda esa ropa podemos vestir a un autobús entero del Imserso camino a Benidorm y, con la de invierno, equipar a la expedición rusa al pilar oeste del Makalu. “No exageres, tenemos poca ropa. Y deja de joder, vete a ver el Giro de Lombardia”, ha sido su toda contestación. En Lombardia, iba escapado Tosato, pero lo que ha captado mi atención es el tema de la “poca ropa”. He pensado que igual el problema es que lo que es pequeña es la habitación y de ahí la impresión. O sea, que si sacáramos toda la ropa al aire libre sería poca, pero, al estar comprimida, parecía mucha, de ahí que haya imaginado que los hombres solemos ver la ropa como si estuviera encerrada y las mujeres como si estuviera en mitad del monte, lo cual lleva a que, en general, a ellas les llame más la atención comprar ropa que a nosotros, o al menos que a mi, que el otro día me tomé un café en un bar de estos de semi posmodernos y llevábamos todos camisas de hace 25 años, con la salvedad de que la única camisa que de verdad tenía 25 años era la mía, aunque nada como el bañador de mi padre, que este verano cumplió 40, el bañador. Eso estaba pensando justo cuando Cunego ha ganado en Lombardia y entonces he oído una voz que me gritaba ¡y a ver cuándo tiras este traje del Reynolds, que hace 20 años que no te subes a una bici! Tal vez tengamos que comprar una casa más grande.
Ahora mismo acabo de entrar al cuarto y he visto a mi rival braceando entre miles de ropas, bolsas, percheros, cajas de cartón, de plástico. “¿Te vas de casa o vas a abrir un Cortefiel?”. Me ha gruñido y ha dicho que lo único que estaba haciendo –ya que yo no lo hago nunca, ha recalcado- es recoger la ropa de verano y sacar la de invierno. Acojonante -le he dicho-, ¡pero si no ha habido verano! Además –he continuado- con toda esa ropa podemos vestir a un autobús entero del Imserso camino a Benidorm y, con la de invierno, equipar a la expedición rusa al pilar oeste del Makalu. “No exageres, tenemos poca ropa. Y deja de joder, vete a ver el Giro de Lombardia”, ha sido su toda contestación. En Lombardia, iba escapado Tosato, pero lo que ha captado mi atención es el tema de la “poca ropa”. He pensado que igual el problema es que lo que es pequeña es la habitación y de ahí la impresión. O sea, que si sacáramos toda la ropa al aire libre sería poca, pero, al estar comprimida, parecía mucha, de ahí que haya imaginado que los hombres solemos ver la ropa como si estuviera encerrada y las mujeres como si estuviera en mitad del monte, lo cual lleva a que, en general, a ellas les llame más la atención comprar ropa que a nosotros, o al menos que a mi, que el otro día me tomé un café en un bar de estos de semi posmodernos y llevábamos todos camisas de hace 25 años, con la salvedad de que la única camisa que de verdad tenía 25 años era la mía, aunque nada como el bañador de mi padre, que este verano cumplió 40, el bañador. Eso estaba pensando justo cuando Cunego ha ganado en Lombardia y entonces he oído una voz que me gritaba ¡y a ver cuándo tiras este traje del Reynolds, que hace 20 años que no te subes a una bici! Tal vez tengamos que comprar una casa más grande.
1 Comments:
Jorge "lo has clavao".
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