25 octubre 2007

Premios

Mi papá entrega mañana unos premios muy importantes en Oviedo. No podré ir porque tengo un pinzamiento desde que hice un gesto raro cuando Hamilton se pasó de frenada. Tengo que aprender a hacer mejor los cortes de mangas. Mi papá se lo pasa muy bien dando esos premios, porque se codea con gente de lo más interesante y hasta una vez saludó a mi madre con cara de yo a ti no te conozco de nada, qué pillín. Pero este año está algo enfadado porque uno de los premiados no va a ir a recoger el premio, lo que no había sucedido nunca jamás, y eso a mi papá le molesta porque él va a ser Rey de España y no entiende que haya gente con tan poca educación. Como Van Morrison, que una vez empezó un concierto en Mallorca a su hora, sin esperar a que llegara papá, que llegó dos minutos tarde, y, para hacerle la pelota a papá, Carmen Rigalt escribió que Van Morrison era un cerdo gordo. Hay que ver lo bajo que pueden llegar a caer algunos por sacar la cara a papá. Dice el premiado ausente que no puede ir porque tiene un concierto en Nebraska, pero la policía tonta del todo no es y cualquiera sabe que ese concierto se puso después de que le concedieran el premio y luego, para disimular, se buscó otros tres más en Chicago. Ese lo que pasa es que quiere ir por la vida de misterioso y despreocupado, cuando todos sabemos que está bien contento por haber recibido el premio. No me gusta ese tío y mucho menos cómo canta, que parece un perro apaleado. El jurado dice que “es el faro de una generación”. Así ha salido su generación, hecha ciscos. Bueno, allá ellos. Yo, cuando entregue los premios, se lo pienso dar a Van Morrison, que será gordo y todo lo que quieras pero canta estupendamente. Y además es un tío cumplidor, que empieza a su hora, no como otros, que o no vienen o llegan tarde.