27 marzo 2008

GPS

Yo no tengo una hermana. Tengo, como dice mi hermano, un GPS. La central de pantallas de la DGT comparada con el ordenador que tiene mi hermana en la cabeza cada vez que nos vamos todos a un tiempo de vacaciones a distintos sitios es una mierda. Controla los tiempos de todos y cada uno de los viajes, las paradas porque la gente se está meando o se está fumando encima, el tráfico, el clima, cualquier mínima variable. Si a la hora que ella ha calculado que vas a llegar no has llamado entonces te llama –es obligatorio anunciar con antelación la hora de salida y las posibles demoras que se produzcan, para que su cerebro se reajuste a las nuevas coordenadas-. Certifica que sí, que has llegado, y se pone en contacto con el resto de la familia para ofrecer la buena nueva y de paso comentar 10 o 12 cosas más –Telefónica y una tienda de fotos de Mendillorri deben a mi hermana el 80% de sus ingresos-. El resto de la familia perfectamente puede estar en un atasco en Sagunto o en Lekeitio, pero se entera de que has llegado, al tiempo que se entera de que a mi hermana le falta “como una hora” y que mi hermano está comprando cassettes de Dyango en un bar de la nacional que lleva a Binéfar. Es una máquina sin parangón, la tía, a tal punto que muchas veces no sé si el que va a Valencia es mi hermano, mis padres, viven todos en Zumaia o no se ha movido ninguno, de tantos datos simultáneos que se me ofrecen. A mi hermana la pones a negociar los apoyos al PSOE y en menos de 15 minutos te ha conseguido 250 votos a favor, varios tránsfugas del PP y que Ibarretxe dé marcha atrás con la consulta. La duda que me entra ahora es si está capacidad de mi hermana es una bendición o una maldición. Voy a llamar a mi abuela para decirle que ya estoy de vuelta, aunque seguro que ya lo sabe.