Beat L.A.
No sé quién habrá ganado esta madrugada el sexto partido de la final de la Conferencia Este, confío que hayan sido los Celtics, aunque me da que finalmente habrán sido los Pistons y habrá que ir a un séptimo partido en Boston. Caso de que los Celtics logren su primer título del Este desde hace 21 años, la final les enfrentaría a los Lakers de Bryant, Odom, Gasol y compañía, que la noche del jueves se deshicieron de los vigentes campeones, los Spurs. Una final Celtics-Lakers reviviría la época más dorada de la NBA, aquella que en los 80 enfrentó al poder negro vía Magic con el poder blanco vía Bird. Yo soy de los Celtics de toda la vida, algo que se acrecienta porque mi tía Josefina, una exiliada mente libre que no soportaba a Franco y que en 1940 y pico se plantó en Boston y, tras muchos años de trabajo de sol a sol, logró abrir un pequeño café al que llamo Café Pamplona, que todavía funciona en una calle cercana a la preciosa Harvard Square. Después de años diciéndome que fuera a visitarla –aunque la veía cuando ella pasaba por aquí-, me decidí, ahorré mucho y organicé el viaje. Un mes antes de nuestra llegada, sus 90 años dijeron basta y esta mujer de primerísima categoría y ejemplar en todos los sentidos se nos fue. Seguí adelante con el viaje y dormimos una semana en su casa con la enorme pena de no haber ido antes. Fuimos al Boston Garden, hice como si le encendía el puro a la estatua de Red Auerbach que hay en el Marketplace y obré como cualquier fan de Elvis, visitando todo lo que pude relacionado con aquel equipo maravilloso. Así que a pesar de que Gasol me cae estupendamente, el simple hecho de que sea de Sant Boi me va a importar una mierda a la hora de desear un 4-0 –o un 4-3- de los Celtics si finalmente superan a los Pistons. Vamos verdes.
No sé quién habrá ganado esta madrugada el sexto partido de la final de la Conferencia Este, confío que hayan sido los Celtics, aunque me da que finalmente habrán sido los Pistons y habrá que ir a un séptimo partido en Boston. Caso de que los Celtics logren su primer título del Este desde hace 21 años, la final les enfrentaría a los Lakers de Bryant, Odom, Gasol y compañía, que la noche del jueves se deshicieron de los vigentes campeones, los Spurs. Una final Celtics-Lakers reviviría la época más dorada de la NBA, aquella que en los 80 enfrentó al poder negro vía Magic con el poder blanco vía Bird. Yo soy de los Celtics de toda la vida, algo que se acrecienta porque mi tía Josefina, una exiliada mente libre que no soportaba a Franco y que en 1940 y pico se plantó en Boston y, tras muchos años de trabajo de sol a sol, logró abrir un pequeño café al que llamo Café Pamplona, que todavía funciona en una calle cercana a la preciosa Harvard Square. Después de años diciéndome que fuera a visitarla –aunque la veía cuando ella pasaba por aquí-, me decidí, ahorré mucho y organicé el viaje. Un mes antes de nuestra llegada, sus 90 años dijeron basta y esta mujer de primerísima categoría y ejemplar en todos los sentidos se nos fue. Seguí adelante con el viaje y dormimos una semana en su casa con la enorme pena de no haber ido antes. Fuimos al Boston Garden, hice como si le encendía el puro a la estatua de Red Auerbach que hay en el Marketplace y obré como cualquier fan de Elvis, visitando todo lo que pude relacionado con aquel equipo maravilloso. Así que a pesar de que Gasol me cae estupendamente, el simple hecho de que sea de Sant Boi me va a importar una mierda a la hora de desear un 4-0 –o un 4-3- de los Celtics si finalmente superan a los Pistons. Vamos verdes.
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