Canso
Miguel Sanz es como mi tía Marisol –perdona la comparación tía, no es nada personal-. Mi tía a las 11 de la noche dice que se va a ir a la cama y a las 2 de la mañana todavía anda por el cuarto de estar hablando con unos y con otros, tiene un aguante legendario. En ese intervalo ha anunciado su marcha en unas 20 ocasiones, previo bostezo. A todos nos parece estupendo que se quede, pero le reñimos por decir tantas veces que se va y luego no hacerlo. Su respuesta jamás varia: hijos, qué mal humor. Y si por un casual te levantas a las 6 de la mañana a mear y luego entras en la cocina a beberte un vaso de agua se asoma por la puerta y te pregunta a ver si estás bien: sí, tía, anda, duerme un rato, que voy a echarles el pan a los arrendajos. En mi pueblo es que hay arrendajos. No como en Pamplona, que sólo hay obras. Bueno, pues Sanz, en eso de no irse y asomar la nariz, va a resultar que es superior a mi tía, en todo lo demás es francamente inferior. La última de Sanz ha sido hace un par de días, cuando ha dejado caer que igual se piensa eso de no volver a presentarse a la reelección, que le están calentando mucho la cabeza. Lo veo muy dudoso últimamente a este hombre, no sé qué le pasa. O quizá es que lo tiene todo tan claro que todas esas dudas que siembra aquí y allá no son más que una estrategia dilatoria. No sé, el caso es que está de un pesao subido, al menos para mi gusto, que soy de esos que si dice que se va se va y punto, no soporto esas despedidas de 10 minutos en el descansillo. Aunque esto de que dude si irse o no no es nada nuevo, que está la historia cuajada de gentes de estas que se creen que si se van se va a quedar todo hecho unos zorros y que sólo ellos lo pueden sostener. Se llama ego. Mi tía el ego se lo echa a los arrendajos, que son preciosos.
Miguel Sanz es como mi tía Marisol –perdona la comparación tía, no es nada personal-. Mi tía a las 11 de la noche dice que se va a ir a la cama y a las 2 de la mañana todavía anda por el cuarto de estar hablando con unos y con otros, tiene un aguante legendario. En ese intervalo ha anunciado su marcha en unas 20 ocasiones, previo bostezo. A todos nos parece estupendo que se quede, pero le reñimos por decir tantas veces que se va y luego no hacerlo. Su respuesta jamás varia: hijos, qué mal humor. Y si por un casual te levantas a las 6 de la mañana a mear y luego entras en la cocina a beberte un vaso de agua se asoma por la puerta y te pregunta a ver si estás bien: sí, tía, anda, duerme un rato, que voy a echarles el pan a los arrendajos. En mi pueblo es que hay arrendajos. No como en Pamplona, que sólo hay obras. Bueno, pues Sanz, en eso de no irse y asomar la nariz, va a resultar que es superior a mi tía, en todo lo demás es francamente inferior. La última de Sanz ha sido hace un par de días, cuando ha dejado caer que igual se piensa eso de no volver a presentarse a la reelección, que le están calentando mucho la cabeza. Lo veo muy dudoso últimamente a este hombre, no sé qué le pasa. O quizá es que lo tiene todo tan claro que todas esas dudas que siembra aquí y allá no son más que una estrategia dilatoria. No sé, el caso es que está de un pesao subido, al menos para mi gusto, que soy de esos que si dice que se va se va y punto, no soporto esas despedidas de 10 minutos en el descansillo. Aunque esto de que dude si irse o no no es nada nuevo, que está la historia cuajada de gentes de estas que se creen que si se van se va a quedar todo hecho unos zorros y que sólo ellos lo pueden sostener. Se llama ego. Mi tía el ego se lo echa a los arrendajos, que son preciosos.
2 Comments:
Pues a mí este Sanz cada día me parece más gracioso. Efectivamente, hace fintas, amaga, mueve las piernecillas... Me recuerda a los malos boxeadores (o buenos, pues son conscientes de sus limitaciones). Es como el Esteso de la peli "Yo hice a Rocky III", un fenómeno, oyes.
Mejor estar rodeado de arrendajos, que de bichos como el corellano y su troupe.
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