Etxeberria
Con lo que habrá que deducir que aquellos futbolistas de elite que se retiran y no tienen a bien renunciar a su último año de nómina o son unos bucaneros o no tienen corazón o no sienten los colores, no como Joseba Etxeberria, que el jueves compareció en rueda de prensa para anunciar que no pensaba cobrar su último año de salario y que lo hacía en agradecimiento a todos los años que había pasado en el Athletic de Bilbao. Y yo que pensaba que estas cuestiones de la caridad o de la rectitud o de la bonhomía era preferible que se quedasen en el ámbito privado, como una satisfacción personal, como un impulso interno que sólo se comparte con el beneficiado o con uno mismo, pero ya se ve que no, que en pleno siglo de la información ultrasónica si haces algo y no lo cuentas es como si no lo hubieras hecho. Y salta a la vista también que esta clase de actitudes se las pueden permitir aquellos que cuentan sus salarios en bastantes ceros al mes, como es el caso. De la misma manera, viene a suponer una puñalada trapera por parte de Etxeberria tanto a sus compañeros de club como al resto de jugadores, en la medida en que les pone en el disparadero, ya que una de las frases míticas de este país no es otra que es una vergüenza ser millonario por darle patadas a un balón. A nadie parece sentarle mal que uno pueda hacerse rico cantando, actuando, vendiendo coches o inventando el post-it, pero darle patadas a una pelota está muy mal visto, con lo que Etxeberria acaba de pasar al bando de los buenos mientras el resto están en el bando de los malos. Pero bueno, ya se verá qué ambientillo crea esta decisión en el vestuario, cómo se toman sus colegas lo que acaba de protagonizar aquel que con apenas 17 añitos dejo el equipo de su tierra para pasarse al vecino. Amor a los colores.
Con lo que habrá que deducir que aquellos futbolistas de elite que se retiran y no tienen a bien renunciar a su último año de nómina o son unos bucaneros o no tienen corazón o no sienten los colores, no como Joseba Etxeberria, que el jueves compareció en rueda de prensa para anunciar que no pensaba cobrar su último año de salario y que lo hacía en agradecimiento a todos los años que había pasado en el Athletic de Bilbao. Y yo que pensaba que estas cuestiones de la caridad o de la rectitud o de la bonhomía era preferible que se quedasen en el ámbito privado, como una satisfacción personal, como un impulso interno que sólo se comparte con el beneficiado o con uno mismo, pero ya se ve que no, que en pleno siglo de la información ultrasónica si haces algo y no lo cuentas es como si no lo hubieras hecho. Y salta a la vista también que esta clase de actitudes se las pueden permitir aquellos que cuentan sus salarios en bastantes ceros al mes, como es el caso. De la misma manera, viene a suponer una puñalada trapera por parte de Etxeberria tanto a sus compañeros de club como al resto de jugadores, en la medida en que les pone en el disparadero, ya que una de las frases míticas de este país no es otra que es una vergüenza ser millonario por darle patadas a un balón. A nadie parece sentarle mal que uno pueda hacerse rico cantando, actuando, vendiendo coches o inventando el post-it, pero darle patadas a una pelota está muy mal visto, con lo que Etxeberria acaba de pasar al bando de los buenos mientras el resto están en el bando de los malos. Pero bueno, ya se verá qué ambientillo crea esta decisión en el vestuario, cómo se toman sus colegas lo que acaba de protagonizar aquel que con apenas 17 añitos dejo el equipo de su tierra para pasarse al vecino. Amor a los colores.
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