Fenómeno
El jueves por la noche vi una de las mejores interpretaciones que recuerdo en televisión, si no la mejor. Un excepcional Manuel Alexandre, fantásticamente caracterizado como Francisco Franco, bordó a sus 90 años –aunque ya haya cumplido 91 hace una semana- los últimos días del dictador. Para los que nacimos cuando Franco estaba ya más para allá que para aquí, Franco no ha dejado de ser una figura tan desconocida como un pelín cómica y tópica de los que se pueden o creen poder reír de las cosas porque no las vivieron o sufrieron en primera persona. Igualmente, el relato escrito o hablado de su surrealista agonía provocaba cierta hilaridad en nosotros los jóvenes, rodeados como estamos de adultos que aseguran que no fueron franquistas –aquí nadie lo fue, je-je- o que incluso lucharon contra él –aquí lo fueron todos, je-je-. Pues bien, Alexandre fue capaz de que al menos yo me compadeciera de Franco, que es lo menos que se le puede pedir a un buen actor. Que, a pesar de todos los prejuicios existentes –buenos o malos-, el espectador llegue a sentir un hecho concreto y a una persona determinada y que lo haga con la absoluta falta de sobreactuación de la que hizo gala un Alexandre que, tics y tembleques al margen, se comía la pantalla a mordiscos. Preguntado acerca de cómo preparó el personaje, dijo: bien, me lo aprendo, hago lo que me dice el director y listo. Esa respuesta es casi más valiosa que su actuación, en un mundo artístico que en cualquiera de sus expresiones está cuajado de botarates con ínfulas que otorgan a sus trabajos cualidades y preparaciones casi míticas, complicadas y dolientes a más no poder, amén de todo tipo de explicaciones metafísicas. Alexandre llega, hace su trabajo, cobra y se va. Vamos, como Barceló pero en bien.
El jueves por la noche vi una de las mejores interpretaciones que recuerdo en televisión, si no la mejor. Un excepcional Manuel Alexandre, fantásticamente caracterizado como Francisco Franco, bordó a sus 90 años –aunque ya haya cumplido 91 hace una semana- los últimos días del dictador. Para los que nacimos cuando Franco estaba ya más para allá que para aquí, Franco no ha dejado de ser una figura tan desconocida como un pelín cómica y tópica de los que se pueden o creen poder reír de las cosas porque no las vivieron o sufrieron en primera persona. Igualmente, el relato escrito o hablado de su surrealista agonía provocaba cierta hilaridad en nosotros los jóvenes, rodeados como estamos de adultos que aseguran que no fueron franquistas –aquí nadie lo fue, je-je- o que incluso lucharon contra él –aquí lo fueron todos, je-je-. Pues bien, Alexandre fue capaz de que al menos yo me compadeciera de Franco, que es lo menos que se le puede pedir a un buen actor. Que, a pesar de todos los prejuicios existentes –buenos o malos-, el espectador llegue a sentir un hecho concreto y a una persona determinada y que lo haga con la absoluta falta de sobreactuación de la que hizo gala un Alexandre que, tics y tembleques al margen, se comía la pantalla a mordiscos. Preguntado acerca de cómo preparó el personaje, dijo: bien, me lo aprendo, hago lo que me dice el director y listo. Esa respuesta es casi más valiosa que su actuación, en un mundo artístico que en cualquiera de sus expresiones está cuajado de botarates con ínfulas que otorgan a sus trabajos cualidades y preparaciones casi míticas, complicadas y dolientes a más no poder, amén de todo tipo de explicaciones metafísicas. Alexandre llega, hace su trabajo, cobra y se va. Vamos, como Barceló pero en bien.
3 Comments:
Yo también vi el programa y coincido plenamente con su juicio sobre la actuación de MANUEL ALEXANDRE. Coincido también con sus comentarios sociológicos sobre el franquismo. Pero sepa Ud. que no siempre me sucede. (Me refiero a lo de coincidir). Hoy se ha puesto Ud. serio y se ha desviado un poco de su dirección habitual, "despiadadamente a la contra".Pues bien, también en este novedoso registro me ha demostrado ser un excelente periodista. Y se lo dice alguien que probablemente no se ha perdido ni una sola de sus columnas.
Salud!
Tú si que eres un fenómeno.
No hay día que leyéndote no me descojone un ratico...
Firmado:
Reinolmesner
Las grandes personas son siempre humildes. Manuel Alexandre es un actorazo.
La frase que ha dicho, le define como a las personas sabias, que hacen y expresan las cosas, de la forma más sencilla.
Igualmente las personas valiosas, sirven para hacer de todo, variado y perfectamente.
Como por ejemplo el autor de esta columna.
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