El parte

El jueves dijeron por la tele que iba a empezar a nevar “a las 10 y cuarto de la noche”. Exactamente a las 10 y cuarto, ni a las 10 ni a y media. Semejante información –pensé- al menos se la ha tenido que pasar el mismísimo Zapatero en un día inspirao o Trichet o eso que llaman “los mercados” o quizá el mismísimo Dios con las gafas de Mariano Medina. No cayó un puto copo. De lo cual por cierto me alegré, ya que al día siguiente tenía que estar yo en Oñati para unos asuntos y el santo varón que me transportó no sé yo si tiene mucha idea de conducción invernal. Sube ochomiles, pero una cosa es subir ochomiles y otra bien distinta enfrentarse “a la tormenta del siglo”, que es lo que nos estaban vendiendo a cada informativo que pasara. A mi esto de que me avisen por la tele de que va a nevar me jode. Entiendo que a los que dependen del clima para su trabajo o para sus vacaciones o para lo que sea les importe, pero a mi me gusta que el clima me sorprenda, así que estaría bien que el que quiera saber qué tiempo va a hacer que llame y que se lo digan. O que mande un mail o que se conecte a Internet o que se suscriba a un boletín de agricultores o lo que le salga de los huevos, pero yo, que soy un parásito que vive metido en casa, no necesito que me planifiquen el cielo para siete días, porque entonces me vengo abajo, especialmente si lo que te anuncian es que no vas a ver el sol ni aunque mires las fotos del verano. Esto antes no pasaba. Quiero decir, que en esto en concreto y para mí en concreto hemos ido para atrás, porque le quitas a la vida lo que tiene de emocionante. Ese levantarte y ver todo nevao. Ese levantarte y ver la luz tras un mes. Ese levantarte y ver que el perro del vecino se ha muerto y ya está en el cielo de los perros. No sé, cosas agradables.