Medallas

Mediano domingo que se marcaron entre Felipe González y Jesús Eguiguren, uno por la mañana y otro por la noche, anda y que no tiene problemas el PSOE como para que desde dentro se enciendan aún más antorchas. No sé si tuve la suerte o la desgracia de tropezar con las palabras de ambos y la verdad es que los dos me dejaron francamente helado. El uno por la aparente frialdad con la que reconocía que determinados asuntos relacionados con la posibilidad de acabar con la vida de otras personas pasaron por su despacho –supongo que en 14 años no sería la primera vez- y el otro por la escalofriante puesta en escena de su entrevista: como pasota, como agotado, como de vuelta de todo, a la defensiva pero acorralado a la vez, como si no estuviera en sus completos cabales. No sé, mi rival y yo le dimos unas cuantas vueltas al asunto y llegamos a la conclusión de que algo no iba bien con este tipo. Vete a saber. Tampoco va algo bien con Felipe, que 14 años después de dejar la presidencia salta con esto no se sabe muy bien a cuento de qué. La política es una cosa muy extraña, llena de claves y de rencillas internas que a los ciudadanos nos dejan siempre con la sensación de que nos perdemos algo o mucho y de que la gran mayoría de los que han detentado alguna responsabilidad tienen tanto barro en las manos que a nada que se las lavaran nos iban a inundar de pies a cabeza. Así que no sé si es mejor saber que ignorar. Bueno, no, siempre es mejor saber, por muy duro que sea. El caso es que son sólo dos ejemplos de la ingente cantidad de ejemplos que ya nos asfixian y que nos van a asfixiar aún más hasta que los alegres muchachos se quiten los pasamontañas. Vamos a tener que comprar toneladas de medallas para colocar a los millones que se las van a querer adjudicar.