13 marzo 2013

A lo nuestro


Si tuviese más tiempo, una grabadora que funcionara, por qué no reconocerlo ganas y más empuje y, a qué negarlo, no estuviera –como ustedes- harto hasta más allá de las palabras del lodazal de la política navarra, que es la que me afecta ya que no me hacen regirme por leyes vascas, aragonesas, riojanas o madrileñas o catalanas y justo justo y con esfuerzo ubico Venezuela en el mapa, ayer me habría acercado a una oficina de empleo y preguntado a unos cuantos qué harían ellos, qué parte de su ansiedad vital le solucionaría eso que se han ventilado en la Permanente Vergüenza los cuatro fantásticos de UPN. Que me contasen para luego yo contarles a ustedes qué clase de penas paliarían, de alquileres, de los colegios de los críos, de no tener que mirar un día tras otro tras otro tras otro las etiquetas con los precios en los supermercados, de por fin descansar porque pueden ir al dentista a curar esa muela que tanto duele y que tanto hace doler la cabeza y como duele la cabeza duele el cuello y como duele el cuello se duerme mal y como se duerme mal no se descansa y como no se descansa se agria el humor y como se agria el humor no hay energía y sí depresión. Un montón de cosas; un regalo para ella, apenas un pequeño detalle, una entrada de cine para él, quizá un disco, una cena con los amigos al semestre. Esos ratos de la vida que son la vida. Pero no lo hice. Voy a lo mío. Y como escribir una cosa u otra me cuesta el mismo esfuerzo y no dice nada de mi y eso me jode, puedo asegurar que arrepentirse de algo no sirve de nada. Los 4 de UPN sí la pisan la calle, pero la suya, y nada les importa mientras se destrozan entre ellos como hienas que en otras haya dolor. En todo hay niveles, pero muchos deberíamos dimitir y empezar a hacer y hablar menos. Esos 4, los primeros.