A lo nuestro
Si tuviese más tiempo, una
grabadora que funcionara, por qué no reconocerlo ganas y más empuje y, a qué
negarlo, no estuviera –como ustedes- harto hasta más allá de las palabras del
lodazal de la política navarra, que es la que me afecta ya que no me hacen
regirme por leyes vascas, aragonesas, riojanas o madrileñas o catalanas y justo
justo y con esfuerzo ubico Venezuela en el mapa, ayer me habría acercado a una
oficina de empleo y preguntado a unos cuantos qué harían ellos, qué parte de su
ansiedad vital le solucionaría eso que se han ventilado en la Permanente
Vergüenza los cuatro fantásticos de UPN. Que me contasen para luego yo
contarles a ustedes qué clase de penas paliarían, de alquileres, de los
colegios de los críos, de no tener que mirar un día tras otro tras otro tras
otro las etiquetas con los precios en los supermercados, de por fin descansar
porque pueden ir al dentista a curar esa muela que tanto duele y que tanto hace
doler la cabeza y como duele la cabeza duele el cuello y como duele el cuello
se duerme mal y como se duerme mal no se descansa y como no se descansa se
agria el humor y como se agria el humor no hay energía y sí depresión. Un
montón de cosas; un regalo para ella, apenas un pequeño detalle, una entrada de
cine para él, quizá un disco, una cena con los amigos al semestre. Esos ratos
de la vida que son la vida. Pero no lo hice. Voy a lo mío. Y como escribir una
cosa u otra me cuesta el mismo esfuerzo y no dice nada de mi y eso me jode,
puedo asegurar que arrepentirse de algo no sirve de nada. Los 4 de UPN sí la
pisan la calle, pero la suya, y nada les importa mientras se destrozan entre
ellos como hienas que en otras haya dolor. En todo hay niveles, pero muchos
deberíamos dimitir y empezar a hacer y hablar menos. Esos 4, los primeros.
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