Pietro Mennea
Mi casa del pueblo no está en el
pueblo, sino metida dentro del monte y del campo, a un kilómetro. En verano
había épocas, que podían durar varios días o hasta semanas, en las que era el
único niño que andaba por aquella casa, porque mis hermanos y mis primos no
estaban. Tenía trucos. Uno era cortar un avellano con el hacha, el más recto
que viera, quitarle la piel con el propio filo del hacha, hacerle puntas en
ambos extremos con golpes cortos verticales y dejarlo secar al sol. Luego cogía
una azada y delante del manzano excavaba una recta a modo de línea. Diez, 15,
20 metros más adelante hacía marcas. Y luego de metro en metro. Yo era Tom
Petranoff, lanzador de jabalina. Cogía carrera, pisaba lo más cerca posible de
la primera zanja y lanzaba. A veces no se clavaba, pero daba igual. Iba
corriendo y miraba la distancia. Pasaba horas, pero el brazo seguía igual de
flaco. Genética. Cuando me aburría o mi abuela me gritaba que ya estaba bien y
que tenía que pasar para lavar la ropa en el río, me iba a la esquina de la
otra casa, que estará a unos 100-120 metros de en la que vivimos. Hay un camino
de hierba y piedra pegado al monte que une ambas y al que el sol solo da por la
tarde. Puede llegar a hacer mucho calor en aquel agujero. Tenía un reloj con
cronómetro, con el que también medía cuánto me costaba llegar de casa al
pueblo. Pero esos metros entre casas eran a sprint. Nunca he sido
rápido, más bien resistente, y además había que ir esquivando piedras y toperas
y el propio desnivel del terreno. La meta estaba junto al tendedero. Una vez
bajé de 20 segundos y le conté feliz a mi abuelo –a la sombra debajo del
cerezo, mientras se leía el periódico- que era Pietro Mennea, plusmarquista
mundial de los 200. Mi abuelo se río y yo me tiré al río hace 30 años y ciao
Pietro.
4 Comments:
¡Qué majo!
Grande Pietro, grande. Nostalgias de veranos pasados.
Salud
Pues no sé de qué te quejas. (Tu siempre te estás quejando). Conociste a tu abuelo y tuviste una infancia feliz. Tampoco me extraña que te tirara al rio. Por mi parte puedo decirte, que el que me da envidia, de verdad, es tu abuelo. Leer el periódico cada día junto al rio, pescar alguna trucha y disfrutar viendo jugar al nieto. No sé qué estás haciendo tu en Pamplona.
Lo curioso es que no me he quejado de nada, jeje, pero oye, si te parece que sí, me alegro por ti. Y yo me quejo poco, en la vida real.
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