Lo pensé
En abril de 2011, poco antes de
que se cortara las patillas de las gafas en esto de la política aunque un
montón de meses antes –unos 17 o 18- de que dejara de cobrar unas
cuantiosísimas cesantías públicas y solo seis meses antes de que este periódico
destapara que formaba parte de la secreta y no reglada –se regló en junio-
Junta Permanente de Can en la que él mismo se había puesto ahí per secula
seculorum hasta los 75 años –en el momento de la entrevista tenía 58-,
entrevisté porque así me lo pidieron a Miguel Sanz. Ahí estuvimos, debajo de un
cuadro de Salaberri con el que lleno yo la nevera un par de años. No me contó
nada especial, pero tampoco lo esperaba. Reproduzco una pregunta y su
respuesta, posterior a que me dijera que “parte de la animadversión a los
políticos viene derivada de comportamientos poco éticos por parte de los
políticos”: El problema es que el
ciudadano pone cara y apellidos a los salarios de los políticos y ahí empieza
el jaleo, cuando no tiene mucho sentido que usted mismo nombre y cese cargos
que casi le doblan el sueldo y que buena parte de la gente ni sabe quiénes son,
con lo que su responsabilidad, al menos pública, es menor. “No es razonable, lo de nombrar a
personas que ganan más que tú, no, aunque sea aceptable, porque ha sido
aceptado. Yo no me quejo, porque ya sabía que era así. Claro, lo que ocurre es
que este tema tendría que llegar tras un acuerdo de todos los grupos políticos
y de la propia sociedad, en toda España. Y no es sencillo, precisamente por eso
de la cara y los apellidos”. Cara, cara la tuya. ¿Para qué te ibas a quejar, si
te daba igual que tus 70.000 euros de salario público fueran 70.000 si te
metías otros tantos sin que nos enterásemos? ¿Poco éticos, decías? Me tendría
que haber llevao el Salaberri. Lo pensé.
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