Retuit
Bien, como para algunas cosas soy
previsor, a los 30 pasé juntas las crisis de los 40 y los 50 y ahora ya estoy
superando las de los 60 y los 70. La de los 80 la dejo para el año que viene,
que se me amontona, y a partir de ahí a vivir. Una de las características de la
de los 70 es que no sabes por qué te sienta bien que te digan piropos, algo que
no es necesario para nada, pero en lo que caí como un ceporro, y como mi
hermana me dijo que en determinada foto estaba “medio pasable” la puse en mi Facebook.
Y surtió efecto, aunque sea bochornoso, por supuesto por mi parte. Ahora, para
subir un escalón más en la ignominia –el top- voy a empezar a retuitear
los halagos que me lanzan en twitter, que en este caso son laborales, cuando
pasa. Para que lo entienda mi madre: mamá, es como si mañana alguien me dice
que le gustó no sé qué cosa que escribí. Entonces, llamo al periódico, con dos
cojones al otro también, reservo una página de publicidad en cada uno –por
supuesto impar- y lo pongo en bien grande en negro sobre fondo blanco, como
hacen las gentes pudientes con las esquelas: que sepan ustedes que
Mengano me dijo ayer que soy la hostia ayvadios. ¿Cómo se les queda el cuerpo? Más
rebuscado aún es –como hacen algunos- contestar al tuit halagador dándole al responder
y dejando el mensaje halagador –que de normal se borra si das a la tecla
responder- e incluyendo un “gracias” al emisario o emisaria. Eso es canela
fina, para profesionales, lleva su tiempo cogerle el tranquillo. Eso ya lo dejo
para la crisis de los 80, porque ahora mismo ando un poco liado ya que empiezo
a perder un poco de pelo –también en la cabeza- y estoy muy centrado en eso y
en todo el tema Botox, hacerme un perfil en el Linkedin ese y tarjetas de
visita: Jorge Nagore, gilipollas ególatra.
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