08 diciembre 2005


Tenis

Hay quien nace con un pan debajo del brazo. Yo nací con el Hola. Luego vinieron el Mia y el Nuevo Estilo, pero a la única que sigue siendo fiel mi madre es al Hola. Yo me lo leía, y me lo leo, con fruición. Ahí es donde vi una foto que me marcó. Salía Ivan Lendl, aquel que en sus tiempos de número uno y antes de un match-point en contra se arrancaba seis pestañas con los dedos, movía las pelotas como si batiera huevos, le pasaba resina al mango de la raqueta y colocaba un ace, con su mujer. Lo que me marcó fue que la mujer de Lendl, posiblemente el hombre más feo que haya pasado jamás por una colcha, era un monumento. Le dije a mi madre: “Madre, tenemos tres opciones pa salir de pobres. O me caso con Carlota Casiraghi o con Athina Onassis o me hago tenista”. “¡Vete entrenando, golfo, salido, que ésas tiene cuatro años!”. Tenía razón mi madre, pero ahora tienen 20 y la Athina me ha puesto los cuernos con un brasileño. Y Carlota no me responde al teléfono. Y tuve la famosa lesión ésa de codo de tenista, por el peso de los katxis, así que me tendré que conformar con verles este fin de semana desde la grada al Feliciano, al Verdasco, al Moyá y al Costa. Feliciano no sé si vendrá con María Antonia Sánchez Lorenzo, con Alejandra Prat, con María José Suárez o con Ana Obregón; Verdasco acaba de dejarlo con Daphne Fernández, la de UPA Dance; Moya creo que sigue con Flavia Penetta tras pasar por Raluca Sandu, Patricia Conde y el listín telefónico nacional hasta la W; y Costa, que se casó con las hijas ya crecidas, no se si traerá o no a su señora, aquella que dejó sin poder desfilar en Cibeles a su socio, Ion Fiz. Yo, una por una, iré, a ver si salgo en el Tomate. Tenis ya veré luego en casa, ya me pondré en el video el Lendl-McEnroe de Roland Garros del 84.