26 febrero 2006


De compras

De compras estuve. ¿Qué es fin de mes? ¿Qué la cuenta corriente es de todo menos corriente? Por dinero va a ser. ¿No somos todos hijos del Señor y por ende hermanos? ¿No nos dicen que hay que consumir para que crezca la demanda interna y no suba la inflación o a la inversa o similar? Pues yo coopero, así me quede a cero, que Dios me lo pagará (espero). Y a mí lo que me priva es una cosa: los comestibles. Los bebibles menos, pero yo veo un comestible y se me ponen las monedas a 180 pulsaciones, tintinean. Entro en la tienda. Me regodeo. “Enséñeme esos 250 gramos de jamón”. “Gracias, pero no me encaja. Esas naranjas, ¿se pueden lavar en frío? ¿Financian ustedes el queso?”. Es que está muy caro el queso, el de oveja. Y eso que las ovejas vienen de ETT, que abarata, pero está muy caro. Paso con mi canasto (yo carro sólo cojo cuando cobro la extra) por un estante y echo 150 gramos de chorizo ibérico (es de ése tan fino que puedes forrar los libros con él, como si fuese aironfix). Vuelvo a pasar y lo dejo. Lo clásico de un sábado. Y es entonces que miro ayer donde la electrónica y me veo aquello, una caja de lo más rara. Marca 1,95 y pone últimos días. Busco en los bolsillos a ver si me llega y sí. Me la compro, aunque no sea de comer. Ya comeré otro día. La pongo encima del televisor, a ver qué pasa, si brilla o qué, pero nada. Acciones de Endesa pone. Llaman a la puerta. Es Zapatero. “Esa ceja no está cómoda, José Luis”, le digo. “No me cambies de conversación, Jorge. Dame la caja”, me dice. “Así no se dialoga, no te jode”, le replico. “Te la cambio por un kilo de queso, de oveja, de Orbaiceta”, me suelta. “Así sí, José Luis, talante. Tómala. Acabo de despachar a un alemán, que me la cambiaba por tres mil euros. Estos alemanes... ¡Nos querían subir la inflación!”.