25 febrero 2006


De miedo

Es que los jóvenes ni tenéis pasado, ni memoria, ni recuerdos, ni na. Juventud tenéis, na más. ¿Y eso pa qué sirve? Pa na, pa tener granos, ya sean éstos endógenos (por la edad, motivo interno) o exógenos (por pasar mucho tiempo en el baño con la puerta cerrada, externo). Y entonces no os acordáis de cuando este país era decente y en la radio hablaba José María García, que gracias a Dios parece que va a volver. Porque don José María decía las cosas claras y, si en 1988 había que decir que Indurain no subía la cuesta de su pueblo, pues lo decía. Y si había que llamar a quien fuera lametraserillos, chupóptero, correveidile o, mejor aún, tonto, pues lo llamaba. Y si había que poner en ridículo en antena a los que trabajaban con él, pues lo hacía. Claro que sí. Un hombre hecho y derecho, que se viste por los pies. Y con don José María no habría pasao lo que le pasó ayer a la pobre Rienda, de qué. Porque él no vendía humo. Hechos. A él le iban los hechos, no como ahora, que todas las cadenas y las radios y los papeles le daban ya una medalla a Rienda sin empezar. Poco profesionales. Él no hacía eso. Él se callaba. Tenía fuentes, que es como tener un tío en América o un primo en Diputación. Y esas fuentes le silbaban las cosas y si le silbaban que no iba a haber medalla, no llamaba al Rey, a “su Majestad”, que decía él. Si antes de una prueba llamaba al Rey, entonces había chapa fijo. Porque don José María era el único del mundo que conectaba al Rey con el medallista, en directo. “Su Majestad, le pongo con Faustino”. “Faustino, le pongo con su Majestad”. “Su Majestad, le pongo con Sofía”. “Sofía, le pongo con Faustino”. Y así. Un telefonista de miedo. Pero don José María parece que va a volver y todo se va a arreglar, nada de circos. ¿Y el Rey qué dice de todo esto?