De más
Leonard Cohen dijo de El Maestro: “Es uno de esos personajes que aparecen cada 300 o 400 años”. Mi primo David es parecido. No tanto como El Maestro, aunque todo llegará, pero, por lo menos, uno de esos personajes que hay cada 300 o 400 portales. Comí con él hace nada y, por no sé qué de un viaje que tenía que pagar esa tarde, tuvo que bajar al cajero a sacar dinero. Bajó, sacó el dinero, subió y empezó a sacarse la pasta de los bolsillos, mezclando la recién sacada con otra que ya tenía de antes y con montones de papeles (es uno de esos elementos que está metido en 30 jaleos a la vez, además de estar acabando Medicina, y tiene hiperactividad, de la buena. Baste decirles que, cuando tenía 3 años, una noche me quedé a cuidarle a él y a su hermano y se despertó a las tres de la mañana y me dijo: “Pimo Jorge, quiero vestirme de Spiderman”. Lo vestí). Entonces empezó a contar los billetes y, todo serio y convencido, soltó una de esas frases que permanecerán en la memoria, indelebles, y que en mi familia, como somos muy tradicionales, transmitiremos de generación en generación: “El cajero me ha dao dinero de más”. Su padre, que se llama como yo (mejor, yo como él) y que ya me ha dicho que se va a tener que poner retrovisores en las gafas porque tiene miedo de que le sigan a causa de mis artículos, je-je, no daba crédito, morirse quería. Yo hundí el tenedor en los macarrones, a ver si había alguna especia rara, algún mongui, yo que sé. Nada, sólo orégano. Desde aquel día mi primo no ya sólo es el médico oficial de la familia, sino que hemos decidido que sea él el que nos va a renegociar las hipotecas. Qué coño nos importa que haya subido el Euribor. A un tipo al que el cajero le da dinero de más no hay Euribor que se le resista. Eres una joya, primo. Y lo sabes.
Leonard Cohen dijo de El Maestro: “Es uno de esos personajes que aparecen cada 300 o 400 años”. Mi primo David es parecido. No tanto como El Maestro, aunque todo llegará, pero, por lo menos, uno de esos personajes que hay cada 300 o 400 portales. Comí con él hace nada y, por no sé qué de un viaje que tenía que pagar esa tarde, tuvo que bajar al cajero a sacar dinero. Bajó, sacó el dinero, subió y empezó a sacarse la pasta de los bolsillos, mezclando la recién sacada con otra que ya tenía de antes y con montones de papeles (es uno de esos elementos que está metido en 30 jaleos a la vez, además de estar acabando Medicina, y tiene hiperactividad, de la buena. Baste decirles que, cuando tenía 3 años, una noche me quedé a cuidarle a él y a su hermano y se despertó a las tres de la mañana y me dijo: “Pimo Jorge, quiero vestirme de Spiderman”. Lo vestí). Entonces empezó a contar los billetes y, todo serio y convencido, soltó una de esas frases que permanecerán en la memoria, indelebles, y que en mi familia, como somos muy tradicionales, transmitiremos de generación en generación: “El cajero me ha dao dinero de más”. Su padre, que se llama como yo (mejor, yo como él) y que ya me ha dicho que se va a tener que poner retrovisores en las gafas porque tiene miedo de que le sigan a causa de mis artículos, je-je, no daba crédito, morirse quería. Yo hundí el tenedor en los macarrones, a ver si había alguna especia rara, algún mongui, yo que sé. Nada, sólo orégano. Desde aquel día mi primo no ya sólo es el médico oficial de la familia, sino que hemos decidido que sea él el que nos va a renegociar las hipotecas. Qué coño nos importa que haya subido el Euribor. A un tipo al que el cajero le da dinero de más no hay Euribor que se le resista. Eres una joya, primo. Y lo sabes.
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