No
No pitaré durante un partido a un jugador de mi equipo. No dejaré de animar a mi equipo en el campo a causa de hechos externos que nada tienen que ver con mi equipo, aunque tenga toda la razón del mundo. No me creeré el centro del universo por mucho que con mis cánticos venga animando a mi equipo desde tiempos inmemoriales. No cometeré la osadía de pitar a los que animan a mi equipo porque yo estoy en huelga de ánimos. Entenderé que cada cual es muy libre de expresar su apoyo a mi equipo según y cuando se le dé a entender, siempre y cuando con esta actitud, callando o animando, no perjudique a mi equipo. No pensaré que el mero hecho de ser socio me confiere un status superior sobre aquellos que, por diversos motivos, no lo son y que, cuando pueden, acuden al campo con la misma ilusión y entrega que la que tendrían si llevaran 35 años sin moverse del palomar de Infantiles. No caeré en la triste tentación de pensar que el detalle de ubicarme en la zona más marchosa del estadio me eleva a la categoría de mayor rojillo de la historia, puesto que recordemos que hay seguidores que casi nunca han pisado el estadio pero que apagan la radio y se meten en la bañera con la música a tope para evitar infartos. Seré de mi equipo porque así me lo dictan mi cabeza y mi corazón, no tanto para aparentar ante los demás, forzando un sentimiento que posteriormente desaparecería o se atenuaría y que, sin remisión, me elevaría a la condición de tribunero, esa especie de seguidor que, al parecer, tanto me molesta. Si animo más que los demás será porque me lo pide el cuerpo, no para que el resto del estadio me lo agradezca el resto de los días de mi vida. No haré caso de los pelmas que me aconsejan en la prensa lo que tengo que hacer cuando voy a El Sadar a ver a Osasuna.
No pitaré durante un partido a un jugador de mi equipo. No dejaré de animar a mi equipo en el campo a causa de hechos externos que nada tienen que ver con mi equipo, aunque tenga toda la razón del mundo. No me creeré el centro del universo por mucho que con mis cánticos venga animando a mi equipo desde tiempos inmemoriales. No cometeré la osadía de pitar a los que animan a mi equipo porque yo estoy en huelga de ánimos. Entenderé que cada cual es muy libre de expresar su apoyo a mi equipo según y cuando se le dé a entender, siempre y cuando con esta actitud, callando o animando, no perjudique a mi equipo. No pensaré que el mero hecho de ser socio me confiere un status superior sobre aquellos que, por diversos motivos, no lo son y que, cuando pueden, acuden al campo con la misma ilusión y entrega que la que tendrían si llevaran 35 años sin moverse del palomar de Infantiles. No caeré en la triste tentación de pensar que el detalle de ubicarme en la zona más marchosa del estadio me eleva a la categoría de mayor rojillo de la historia, puesto que recordemos que hay seguidores que casi nunca han pisado el estadio pero que apagan la radio y se meten en la bañera con la música a tope para evitar infartos. Seré de mi equipo porque así me lo dictan mi cabeza y mi corazón, no tanto para aparentar ante los demás, forzando un sentimiento que posteriormente desaparecería o se atenuaría y que, sin remisión, me elevaría a la condición de tribunero, esa especie de seguidor que, al parecer, tanto me molesta. Si animo más que los demás será porque me lo pide el cuerpo, no para que el resto del estadio me lo agradezca el resto de los días de mi vida. No haré caso de los pelmas que me aconsejan en la prensa lo que tengo que hacer cuando voy a El Sadar a ver a Osasuna.
1 Comments:
Fantástica reflexión acerca de las obligaciones, las opiniones y las manifestaciones de los seguidores en un campo de fútbol.
Bien Jorge, bien
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