01 marzo 2006


El taper

Qué irá a meter el hombre este en ese taper, me decía yo. Acababa de pasar un rato más que malo. No había hecho ni salir y claro, con el fogonazo de luz y la tontera que llevaba, porque me pilló en mitad de la siesta, estaba medio lela, con la boca pastosa y la digestión a medio hacer. Entonces va el hombre este y ¡zaska!, desconecta el cable. ¡Hala, ni teléfono, ni internet, ni ADSL, nada, el cable a tomar viento y el tío que se lo lleva y a mi que me entra la llorera y mi madre entonces también se echa a llorar y yo que pienso que a buenas horas y que si hubieras pagao la cuota esto no hubiera pasao y no nos habrían quitao el cable! Y el hombre con el taper en las manos y que le dice a una enfermera: “Mandar esto a Tucson, Arizona”. Pienso: “Muy mala tiene que ser la comida yanke para que la gente de Arizona tenga que llamar a Tele-Taper a Madrid. No me quiero ni imaginar el tute que tiene que llevar el repartidor”. Luego ya como que se me pasó el cabreo, porque en casa también tenemos ADSL, de cuatro megas. Un día se me terminó de caer el cable y estuve por decirle a mamá: “Mira, ahí va lo último que quedaba del modem”. Pero no le dije nada, porque justo estaba ella con un disgusto tremendo leyendo en el periódico que eso que había en el taper que habían mandado a Arizona era mi sangre por si me ponía enferma en el futuro. Enferma me puse entonces. Mira que no hay sitios en el mundo para mantener congelado el taper y lo mandan a Arizona, que cae un lorenzo que te pasas. Mira que no hay sitios cerca de casa para guardarlo y se lo llevan allá, a meterles a los gringos divisa extranjera. Mira que sé que los padres primerizos hacen cosas raras, pero esta vez se han pasao. Quiero mi taper, la sangre de mi sangre. Ya lo guardaremos en el frigo, donde los actimeles.