22 abril 2006


A no ser

Recuerdo las insistentes y proféticas palabras de un experto –que lo era y es, creo- en comercio y consumo antes de que llegara el euro: “Los consumidores no se tienen que preocupar por el redondeo”. Dio en el clavo, pero se olvidó del resto de la ferretería. El redondeo nos importa una higa de Monreal. Lo aterrador, algo que no tenía previsto el experto, ha resultado ser el alzeo. El alzeo por todos conocido ha consistido en que lo que costaba 100 ahora cuesta 1, lo que costaba 500, 5, y que un billete de 10 euros sea difícilmente equiparable a uno de 1.000 o uno de 50 a uno de 5.000. En esta muy próspera ciudad, la del PIB por encima de la media, la de la menor tasa de paro y unas cuantas macroeconomías cojonudas, siempre según fuentes gubernamentales –que en esto es lo mismo que decir según los convocantes de la manifestación-, sales de casa con un billete de 20, te compras medio moco, a ser posible no muy maduro, y con las vueltas te pillas unas pipas para ti y tus palomas de cabecera. Y sólo han pasado poco más de 4 años, un ciclo olímpico. Y sólo me refiero a los productos básicos, esos por los cuales agricultores y ganaderos siguen cobrando lo mismo que cuando veíamos Falcon Crest, mientras los diversos intermediarios –que eso sí que es una red mafiosa y no la de Marbella- siguen inflando el globo y el gobierno nos quiere quitar de fumar, cuando está más que demostrado que fumar quita el hambre. Y no es que yo sea materialista, más bien a la contra –je-je-, pero mis padres me malacostumbraron de pequeño a hacer al menos tres comidas diarias y ahora pues como que no me apetece cambiar de rutinas. Pero bueno, tendremos que ser optimistas y, como decía aquel otro, pensar: “Tengo suficiente dinero para el resto de mi vida. A no ser que compre algo”.