Sueldos
Pues a mí que los parlamentarios vayan a cobrar un único sueldo fijo y no dietas me parece bien, a pesar de que no me pueda parecer bien que lo cobren algunos y algunas de los que lo van a cobrar, pero ése es otro tema. Esto es: de esta manera se dedican en exclusiva a su trabajo, que no es otro que satisfacer las exigencias comunes del conjunto de los que les han votado, y no a estar en otro puesto de trabajo y de vez en cuando escaparse al Parlamento, que luego pasa lo que pasa, que el 70% ni saben qué se vota allá ni por qué ni cómo funciona la cosa y así está el nivel, con unas descompensaciones de dedicación entre unos grupos parlamentarios y otros y por supuesto entre parlamentarios del mismo grupo que a veces parece aquello un Barça-Torrelodones arbitrado por invidentes. Y si no lo hacen –su trabajo-, pues como al resto, a casa. Es más, no debería ser optativo sino obligatorio, que sea ineludible que sólo te dediques a eso y que tengas que rendir cuentas, tal y como se hace en el resto de empresas, que si no vendes un peine se baja la persiana. Porque así ha pasado –aunque seguirá pasando- que se dedicaban a esto los ricos del pueblo que querían seguir siéndolo o los desocupados con posibles aunque no supieran hacer la o con un canuto. ¿Que estamos de acuerdo que algunos de ellos no se lo han ganado? Seguro, pero de este modo podrán afiliados y votantes exigir responsabilidades que antes no podían. Y así tal vez entre en política gente válida que ni se plantea abandonar la empresa privada por, entre otras razones, las diferencias de salario existentes. Otra cosa es el choque filosófico que se produce al pensar en la vocación política como algo utópicamente desinteresado, pero a estas alturas del partido ese pensamiento ya produce risa.
Pues a mí que los parlamentarios vayan a cobrar un único sueldo fijo y no dietas me parece bien, a pesar de que no me pueda parecer bien que lo cobren algunos y algunas de los que lo van a cobrar, pero ése es otro tema. Esto es: de esta manera se dedican en exclusiva a su trabajo, que no es otro que satisfacer las exigencias comunes del conjunto de los que les han votado, y no a estar en otro puesto de trabajo y de vez en cuando escaparse al Parlamento, que luego pasa lo que pasa, que el 70% ni saben qué se vota allá ni por qué ni cómo funciona la cosa y así está el nivel, con unas descompensaciones de dedicación entre unos grupos parlamentarios y otros y por supuesto entre parlamentarios del mismo grupo que a veces parece aquello un Barça-Torrelodones arbitrado por invidentes. Y si no lo hacen –su trabajo-, pues como al resto, a casa. Es más, no debería ser optativo sino obligatorio, que sea ineludible que sólo te dediques a eso y que tengas que rendir cuentas, tal y como se hace en el resto de empresas, que si no vendes un peine se baja la persiana. Porque así ha pasado –aunque seguirá pasando- que se dedicaban a esto los ricos del pueblo que querían seguir siéndolo o los desocupados con posibles aunque no supieran hacer la o con un canuto. ¿Que estamos de acuerdo que algunos de ellos no se lo han ganado? Seguro, pero de este modo podrán afiliados y votantes exigir responsabilidades que antes no podían. Y así tal vez entre en política gente válida que ni se plantea abandonar la empresa privada por, entre otras razones, las diferencias de salario existentes. Otra cosa es el choque filosófico que se produce al pensar en la vocación política como algo utópicamente desinteresado, pero a estas alturas del partido ese pensamiento ya produce risa.
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