08 abril 2007

Ciber
A mi derecha tengo a un Pantera Negra que está buscando videos porno, mientras a mi izquierda está sentado un tío de alrededor de dos metros que mira con fruición fotos de mujeres que deben de ofrecerse para hacer algun asunto por la zona en la que estamos los tres, amén de una moza con aspecto de ser armenia o georgiana. El dueño del cibercafe es indio y el teclado en el que escribo no tiene ni eñes ni tildes. A pesar de ello, me ha cobrado 4 euros por una hora de conexión a Internet y no me ha cobrado seis porque aunque no sé ni francés ni indio si sé sumar. Hace nada nos acaban de intentar colar en la cuenta dos birras a 3,80 la birra, pero no les ha cundido. Estoy un famoso barrio parisino –todavia me pica la marca de la rosca de la boina- plagado de tiendas, bares, sex shops, peep shows y gente que pinta y escribe y lleva unas ropas que si las llevaran en mi pueblo les meterían en el asca, pero que aquí hasta pega. En la comida se nos han acercado dos perros enanos husmeando los platos. Uno era ciego de los dos ojos. El señorito ha comido lasagna de primero y filete de segundo. Las patatas las ha dejado, no estaban a su gusto. Luego han venido los dueños, encantados de que dos pringados como nosotros hubieran alimentado a sus bichos, y los perros no nos han dicho ni adiós. Esta ciudad será muy bonita y lo que quieran, pero la verdad es que tengo ganas de volver a casa, que tengo los pies en fase terminal y además está esto lleno de extranjeros, aunque creo que ellos piensan al revés –« A ver cuando se marcha esta puta gente ». Ya va, ya va, encima que os inundamos a divisas. No sé que le ve la gente a viajar. Creo que el de al lado ya ha encontrado la chica que buscaba. Ha ligado con la armenia. Me voy, que sólo quedamos el Pantera Negra y yo.